En el futbol, como en las relaciones sumidas en la más soporífera rutina, nada reaviva tanto la pasión como el despecho: basta con que alguien se sienta descartado, sustituido, indeseado, para que se esmere como jamás lo hizo en aras de su reivindicación.

Imaginen al siempre absorto Gareth Bale, súbitamente con ojos inyectados de sangre y arrebatado de pasión, llevando serenata a Zinedine Zidane: “Canto al pie de tu ventana, para que sepas que te quiero. Tú a mi no me quieres nada, pero yo por ti me muero”.

Y si creen que exagero al hablar de soporífera rutina, recuerden al Bale que cerró la temporada pasada sólo agobiado por seguir torneos de golf en el celular e incluso escapándose del estadio Bernabéu antes de que un partido del Madrid concluyera.

Acaso la gran sorpresa del inicio de esta campaña no es ni la llegada de Hazard al cuadro merengue, ni de Griezmann al Barcelona, ni los coqueteos de Neymar para dejar su jaula de oro parisina, sino que el galés continúe en el Real Madrid.

Ante lo que se le presentaba como un año de alto vacío, represalia por no haber aceptado alguna de las vías de salida que se le ofrecieron, el de Cardiff apareció en la alineación titular del debut madridista. Todavía más extraño que eso, verlo jugar a devorarse la banda como antaño: solidario, sacrificado, esmerado, potente, integrado.

¿Qué le ha pasado a Bale? Lo que al muchacho que sólo supo que estaba perdidamente enamorado cuando vio a la vecina bajarse del coche de otro, o cuando le negaron posibilidades, o cuando le sugirieron irse a buscar pareja en otro baile.

Le pasa a los humanos, le pasa al futbol, eso de no concebirse sin su circunstancia: un día antes del inicio de la liga se supo que Eden Hazard estaba lesionado. Así, la revolución urgente tras una campaña en la que se oxidó la máquina que ganó cuatro Champions, tornó en resurrección: ocho titulares de la final de la Champions 2016 han abierto el camino al 2020.

A partir de este punto, Zinedine Zidane ya sabrá como utilizar su habitual mesura para conducir a este grupo del pasado al futuro. El mismo Zizou que sólo dejó de ser ecuánime unas semanas atrás con aquello de “si se va mañana Bale, mejor”. Pues no se fue al otro día, ni al siguiente, ni a China donde se daba por hecho, ni a la Premier donde solía tener pretendientes, ni viajó a buena parte de los compromisos de pretemporada. Se quedó y, por lo pronto, ha sido para marcar la diferencia.

¿Será que Zinedine, consciente del tedio al que iba esa relación, sólo jugaba al despecho?

Twitter/albertolati

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