En esta entrega trataré de ser muy breve. Entregar dos reconocimientos de la Excelencia Universal y hablar de ello es difícil y más cuando el espacio es breve. Entiendo –porque lo he vivido, leído, visto y oído, además porque los he vivido durante casi cinco décadas– que Los Morales es un capítulo interesante de nuestra gran metrópoli. En la época de la Colonia, Los Morales era una sección de tierra al poniente de la actual capital.

Cuando se hicieron los primeros repartos el rey de España las concedió a Hernán Cortés, Capitán General de la Nueva España. En estas extensiones existieron las primeras “Moreras” para la crianza del gusano de seda, por lo que se le dio el nombre que ha perdurado durante 4 siglos, Los Morales. Iré rápido.

Este hermoso lugar –hacienda, restaurante y todo lo que usted se pueda imaginar– ofrece una atmósfera que nos traslada a un soberboio restaurnte de comida internacional/mexicana; un selecto centro de reuniones plurales, eventos, recepciones, bodas, visitas de reyes, príncipes, políticos, empresarios y una larga lista de personalidades de abolengo. En 1526 se funda Los Morales. En 1539, tres vecinos de Tacuba le venden al español Francisco Gudiel Barbero un pedazo de tierra. Se trataba de una extensión de 120 brazas de ancho y 170 de largo, prácticamente seis hectáreas. Imagínese, por concepto de la operación pagaron veinte pesos de oro, una cantidad que hoy equivale a un centario. ¡Mondieu!

La encomendera, doña Isabel de Moctezuma recomendó a tres vendedores (“indios principales/gobernadores”) para la compraventa. Luego en 1540, Lorenzo de Tejada adquiere las tierras y las extiende. En 1647, los nuevos dueños la llamarían San Juan de Dios de los Morales. En 1693, Bartolomé de Terreros, entonces dueño de la hacienda, solicita a Francisco de Aguilar y Seixas, permiso para oficiar misa en la capilla en el casco de la propiedad. Posteriormente, doña Ana María Romo viuda de Gómez Prado embellece el recinto. En 1821, el independenistista Agustín de Iturbide y Juan O’Donojú, virrey de Eepaña, aceptaron una invitación de José de Garay (otro dueño más) y desayunar en el caso. En 1847, Los Morales sirve de hospedaje al general Juan Álvarez y las tropas de resistencia a la invasión notrteamericana del general Winfield Scott.

Ya en 1914, en la hacienda acampa Pancho Villa y sus tropas en la hacienda. En 1930, se ubicó un fraccionamiento que abarcaba desde Campos Elíseos hasta Masaryk y de Moliere a Arquimedes (hoy, zona de Polanco). En 1967, año en que conocí Los Morales, constaté varias juntas de trabajo que convocaban Juan Cortina Portilla, Pedro Gorozpe y Antonio Cuevas Núñez (pariente de la familia Pesado). Para mejorar la hacienda, se contó con los arqquitectos Landa y Juan Cortina del Valle (pariente de Pepe Vélez, qepd). Después vinieron muchas meJoras y adquierieron columnas, arcos y otros elementos de piedra de una mansión de la Roma. Y vino después la decisión de abrir una entrada por la calle de Vázquez de Mella.

En una de las salas, se ve una bella pintura de Germán Gedovius y otra mejora fue la consturir un kiosco en los jardines. El restaurante –como dije– se inauguró el 14 de abril de 1967 (año en que comencé mi carrera en Excélsior). Cuenta con todos los servicios. Y para terminar el tema, anualmente atienden a casi 130.000 clientes en el restaurante y a 264.000 en salones de banquetes. Y atienden en promedio 3,610 eventos al año. Y de Fernando del Moral, puedo señalar que es uno de los mejores hoteleros, restauradores, director de turismo de Aguascalientes; consejero de la Asociación Mexicana de Rrestaurantes; presidente del Club Skal y coach ejecutivo certificado por International Coaching Community. Y hasta la próxima, ¡abur!