La austeridad que aplica el Gobierno federal es uno de los baluartes de la relativa estabilidad que actualmente enmarca las actividades cotidianas de los mexicanos. Contrario a lo que se pensaría, la reducción del gasto corriente no afecta el crecimiento de la economía nacional. El multiplicador es tan bajo que, si los remanentes de una disminución de gasto corriente se utilizaran para aminorar la carga de la deuda, a la larga se podrían tener mayores beneficios en términos de bienestar.

Pero más allá de lo controversial que pudiera llegar a ser la paradoja del gasto público y el crecimiento, la austeridad adquiere un valor incuestionable cuando el entorno macroeconómico se vuelve adverso, y eso es precisamente lo que está sucediendo. El Brexit y la guerra comercial infligen dolor a la economía mundial. En el segundo trimestre del año, Reino Unido registró una contracción del PIB de 0.2% con relación al trimestre anterior, lo que no se veía desde 2012. China tuvo un crecimiento de 6.2% anual, la menor tasa observada en 27 años, mientras que Alemania reportó una contracción de 0.1% trimestral. En Estados Unidos, la probabilidad de una recesión en los próximos 12 meses aumentó a 34%, nivel no visto desde 2011.

Ante dicho entorno internacional, México sufrirá consecuencias por varias vías. Por el lado de la economía real, tarde o temprano la desaceleración de Estados Unidos afectará el comportamiento de las manufacturas, único sector relativamente saludable de la industria nacional.

El segundo canal será el tipo de cambio. Por la elevada incertidumbre sobre el rumbo que tomará la economía mundial, los flujos de capital seguirán volando hacia instrumentos seguros como los bonos del Tesoro. La depreciación del peso encarecerá el crédito externo y producirá presiones inflacionarias.

Las finanzas públicas serán la tercera ruta. La caída de la producción de petróleo irá acompañada de la reducción de su precio en el mercado internacional. Así, a la disminución de los ingresos por impuestos (ISR e IVA), derivada del estancamiento económico, habrá de sumarse la contracción de los ingresos petroleros.

En medio de este drama, vigorizar el esfuerzo de austeridad y destinar los remanentes al pago adelantado de deuda pública serán medidas clave para que la postura fiscal del país no resulte afectada. Asimismo, será necesario que los Gobiernos estatales y municipales empiecen a contraer dramáticamente su gasto corriente. Al fin, está demostrado que a menor gasto corriente local, mayor crecimiento en sus respectivas regiones.