Un indicador que lanza una señal de alarma es la disponibilidad hidrológica en el Valle de México, donde se concentra más de 20% de la población del país (con más de 23 millones de habitantes).

En esta región -que concentra a la Ciudad de México y 60 municipios del Estado de México, entre ellos uno de Hidalgo- los acuíferos sobreexplotados son: de la Zona Metropolitana de la CDMX, Chalco-Amecameca, Texcoco, Cuautitlán-Pachuca, Valle de Toluca e Ixtlahuaca-Atlacomulco.

Los ingenieros hidráulicos han señalado que las extracciones extremadamente altas del agua subterránea, contra los volúmenes inferiores de la recarga del nivel freático, nos colocan como uno de los peores ejemplos a nivel mundial.

De acuerdo al Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), se estima que la recarga media anual del acuífero es de 8.9 metros cúbicos por segundo, mientras que la extracción del líquido subterráneo es del orden de los 39.6 metros cúbicos por segundo. Esto demuestra que no hay un manejo moderado sobre la extracción del agua.

En consecuencia, desde hace más de tres décadas la guerra por el agua se ha ido intensificando, tanto en zonas urbanas como en las áreas naturales donde se localizan las fuentes de abasto (simplemente basta revisar el caso de Temascaltepec, cuya población se levantó en “armas” en 1998 para impedir que se explote su cuenca y se extraiga agua para el Valle de México).

Es importante recordar que en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México desde 1850 (siglo XIX) se extrae el agua del subsuelo, cuya fuente hasta la fecha abastece 70% del vital líquido a la población, el otro 30% proviene de las cuencas de Lerma y Cutzamala.

Ahora, en el caso concreto de la CDMX, aproximadamente más de dos millones de habitantes (de los casi nueve millones que tienen la capital del país) enfrentan en forma permanente el desabasto de agua. El problema de escasez del líquido impacta fuerte en 10 alcaldías, pero de forma grave en Magdalena Contreras, Iztapalapa y Tlalpan.

En Magdalena Contreras, por ejemplo, el desabasto ha provocado la aparición de grupos huachicoleros del agua, los cuales extraen de forma irregular el líquido de los manantiales del área de conservación de los Dinamos y el Ajusco, y por tinaco lleno llegan a cobrar hasta cinco mil pesos.

Y hay casos como en la alcaldía Gustavo A. Madero en que las tomas de agua ilegales proliferan como ocurre en el parque Los Cocodrilos.

Pero también existen casos, y cada vez más frecuentes, del robo del líquido de las redes de abasto, de los pozos y hasta mediante el secuestro de pipas de agua en forma violenta y a punta de pistola.

Y otro tanto realizan otras bandas, como las de piperos, quienes se dedican a traficar el agua principalmente en las zonas oriente y sur de la ciudad.

Ya es costumbre ver en Iztapalapa y Cuajimalpa que las pipas son escoltadas por patrullas, pues el oro azul está en riesgo, a manos de estos grupos del huachicoleo del agua.

Las autoridades del Sacmex reconocen que este tipo de huachicoleo impacta más en Xochimilco, Tlalpan, Magdalena Contreras, Iztapalapa, Álvaro Obregón y Gustavo A. Madero. Simplemente el año pasado se detectaron 194 tomas clandestinas en estas zonas.

La mancha urbana sigue creciendo, y más en forma acelerada y anárquica en el Estado de México, y con ello la demanda de agua se incrementa, pero las fuentes cada vez están más agotadas.

Sin caer en exageraciones, tal vez será necesario que la Guardia Nacional intervenga para vigilar pozos, redes, cuencas y pipas, ya que esta guerra por el agua se agrava más cada año.

Los diputados del Congreso capitalino tienen el reto de endurecer el marco legal para elevar penas contra quien robe y trafique agua; también urge planeación urbana sustentable, reforzar la vigilancia en pozos y redes de abasto y que las autoridades del Sacmex junto con la Comisión Nacional del Agua (Conagua) intensifiquen la búsqueda de nuevas fuentes de abasto para el Valle de México. Se dice fácil, pero desde la década de los 70 se arrastra este problema y no se ven alternativas claras de solución.