@OtonielOchoa

Declarar una recesión a partir de la contracción del Producto Interno Bruto (PIB) durante dos trimestres consecutivos no es científico. Es, en todo caso, una regla de dedo, un atajo para ahorrarse el esfuerzo de analizar. El problema es que ese criterio nubla el juicio de la fase en la que se encuentra el ciclo económico. Y eso fue precisamente lo que sucedió en el debate sobre el comportamiento de la economía durante el primer semestre.

Muchos analistas se apuraron a anunciar la recesión con base en una regla similar a la que usan en las zonas rurales para predecir el mal tiempo: alzan la vista al cielo y si lo ven aborregado –cubierto de pequeñas nubes blancas con apariencia de borregos- declaran que “va a helar”.

Es verdad que nuestra economía no marcha bien. El país no crecerá más allá de 1% en 2019, como lo anticipa el estancamiento del primer semestre. Sin embargo, aun con la revisión a la baja del PIB en octubre, sería incorrecto fechar recesiones con la regla de dedo, entre otras razones porque ese criterio no alcanza a captar que en las recesiones (expansiones) pueden registrarse breves recuperaciones (contracciones) de la economía.

Además, la regla no necesariamente discrimina si la disminución en la actividad económica es significativa o si comprende a toda la economía en su conjunto; condiciones fundamentales para declarar una recesión. El primer semestre fue aleccionador: mientras que las manufacturas, el comercio y los servicios crecieron de manera inercial, las industrias del petróleo y de la construcción registraron una severa contracción.

En Estados Unidos han comprendido bien la importancia y las complicaciones de fechar ciclos. Por ello, desde 1978 existe un comité especializado en determinar la cronología detallada de una recesión. Dicho comité pertenece a la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER por sus siglas en inglés).

México debería crear una institución similar. Un comité especializado e independiente que, sin presiones de tiempo y ajeno al discurso político y a inclinaciones gremiales, se dedique al estudio de los ciclos económicos. Para ello deberá incluir estimaciones mensuales de los componentes de las Cuentas Nacionales, tanto por el lado de la producción como del ingreso. El ingreso personal disponible, excluyendo transferencias del Gobierno, será un indicador fundamental. Sólo con una iniciativa así podremos fechar con exactitud las diferentes fases del ciclo económico nacional sin incurrir en precipitaciones.