El presidente Andrés Manuel López Obrador lo dijo con total claridad. El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 0.1% durante el segundo trimestre demuestra que con austeridad y gastando bien, se puede crecer.

Sí, la aspiración que podemos tener es que con esas políticas de entender la austeridad como un recorte a machetazos del gasto público, con programas prioritarios incluidos, y con un desbordado gasto asistencialista, es que el crecimiento económico del país sea tan mediocre como el logrado en el primer semestre de este sexenio.

El festín de la mañanera de ayer fue que la economía estuvo dos décimas arriba de la recesión técnica, de acuerdo a la base de comparación que realizó el INEGI para dar a conocer el resultado preliminar del PIB, y que por lo tanto sus adversarios se equivocaron.

La confrontación y el manejo maniqueo de las cifras es el estilo personal de gobernar del Presidente de la República. Funcionó en las campañas, y según las mediciones de popularidad, le funciona en el ejercicio del poder. Pero no sirve para cumplir con un verdadero plan de desarrollo económico.

Insiste López Obrador en usar al tipo de cambio como su referente de éxito económico, cuando ayer mismo quedó claro que la baja de un cuarto de punto en la tasa de referencia de la Reserva Federal de los Estados Unidos es capaz de apreciar al peso mexicano más que cualquier noticia que se considere medianamente buena durante este sexenio.

Pero cuando se trata de que el peso pierda, hemos visto que sí ha habido hechos locales que han depreciado a la moneda mexicana más que esos factores externos. Recuerde, por ejemplo, la combinación de la cancelación del aeropuerto con la ocurrencia de Ricardo Monreal de que los bancos tuvieran que regalar sus servicios a los clientes.

Es prácticamente imposible que la economía mexicana pueda aspirar a crecer este año a 2% como lo apuesta el Presidente. Pero si se quiere superar el promedio hoy esperado en el mercado, de crecer 0.9%, mucho tiene que ver lo que haga el Gobierno federal.

Y no tanto en que dispare el gasto público; eso por el contrario generaría una mayor desconfianza. El mensaje que tiene que mandar la 4T debe ser nítido y debe estar incluido con total transparencia en el paquete económico que presentará al Congreso en poco más de un mes.

Si la iniciativa de Ley de Ingresos y de Presupuesto de Egresos de 2020 no viene acompañada de unos buenos criterios económicos, e incluso de algunas propuestas de ingresos adicionales en una miscelánea fiscal, entonces que se olviden de tratar de recuperar ese factor ausente que procura el crecimiento, que es la confianza.

Hay alegría en el Gobierno porque el crecimiento del PIB fue de 0.1%, porque creen que hacen bien las cosas y de paso fustigan a sus opositores. Pero festinar el estancamiento es un adelanto de que no habrá gran cambio en la manera de llevar la economía, ni el próximo año ni el resto de este Gobierno.