Al eventual llamado a darle una diversidad más balanceada a la Cámara de Diputados en 2021 (eliminar la mayoría absoluta de un presidente que no habrá cumplido mucho de lo que prometió), se le debe quitar la etiqueta de “oposición” y debemos ponerle la de “México”. Equiparar patriotismo y pluralidad de mando, ya que, mientras elaborar leyes y presupuestos con más visiones que la del gobierno sea visto como un bloqueo arrogante (por más necesario que sea), solo vamos a orillar al votante a la necedad emocional y no a la concesión política.

Tenemos, pues, que justificar el llamado que haremos a mediados de 2020, un año antes. Contestar: ¿por qué la oposición (una parte o toda) debe tener mayor influencia en 2021? y ¿qué haría con ella? Mientras no podamos contestarlas de manera simple y creíble, López Obrador y aliados conservarán o aumentarán su presencia en San Lázaro, lo que implicaría, como mínimo, tres años más de recentralización del poder y presupuestos electoreros con miras a 2024.

La primera respuesta, sobre el “porqué”, debe plantearse en los términos ya mencionados: México necesita más voces tomando decisiones y aportando ideas desde el Congreso, ya que, al parecer, a MORENA no se le puede confiar la economía mexicana. Por ejemplo, dos datos: 1) por factores externos pero también internos, en 2019 y 2020 la economía crecerá aún menos que en muchos de los años “neoliberales”: 1.1% y 1.6%, respectivamente, según Banxico, y apenas es julio (https://bit.ly/2LvRYPN); y 2) “en junio de 2019 se perdieron 14, 244 empleos formales: se trata de la peor cifra para un junio desde 2003” (https://t.co/9dS2oYEj6j?amp=1), otro mes en línea con el claro descenso en la creación de empleos desde la elección de 2018.

Esta disminución, así como su estela de repercusiones nocivas hacia el 2020, además de graves, fortalecen el argumento de escuchar a los otros partidos (más si, como en el caso de la inseguridad, el gobierno continúa mostrando patente ineptitud como hasta ahora). Dicho de otro modo, esta pregunta debe ser la construcción y la presentación del caso opositor contra un gobierno que prometió mucho, habrá entregado poco, y seguirá culpando al pasado.

La segunda pregunta, “para qué”, se refiere a las propuestas opositoras (reitero, de una parte o del todo). Ello necesitará tanto de mayor creatividad que la primera pero también del robo de banderas. Un ejemplo de esto último: la oposición quiere más influencia para promover una austeridad responsable que siga recortando privilegios y que, vía reformas legales, impida su retorno en administraciones futuras, y no una austeridad que deje a su suerte a madres solteras, pacientes enfermos, deportistas de alto rendimiento, académicos, científicos y artistas.

Por otro lado, en términos de llenar huecos narrativos, la huérfana agenda ecologista, totalmente desdeñada por el gobierno, será un buen argumento para pedir mayor influencia opositora, sobre todo hablando de la contaminación del aire en grandes ciudades (CDMX, Monterrey, Toluca, etc.) La oportunidad de servir al país como complemento, corrector y vigilante, es lo único que, por ahora, debe pedir la oposición partidista al pueblo de México.

Nadie cede poder por gusto, y MORENA no lo soltará sin dar patadas. Algunos oficialistas promoverán lo contrario: que el presidente necesita más poder para, ahora sí, transformar a México, un argumento muy peligroso bajo un presidente centralizador de decisiones y de lógica expansiva en términos de facultades, como este. Otros, siguiendo el manual del viejo régimen, harán política del pánico y difundirán que la oposición quiere cortar los apoyos que se están dando (por cierto, estas, también, son respuestas que debemos meditar y tener listas).

La mayor interrogante de México en la próxima década es si tendremos la sabiduría de proteger la germinal democracia que nos tomó medio siglo construir. Darle una respuesta positiva a dicha pregunta, empieza, sin duda alguna, en la batalla por el Congreso en 2021.

@AlonsoTamez