Las amenazas contra el historiador literario y ensayista Guillermo Sheridan y contra el periodista Héctor de Mauleón son llamadas de atención no para la prensa, sino para el poder institucional, porque revelan la pérdida del control de hilos delicados de la seguridad del Estado.

En 1984 hubo amenazas contra periodistas y derivaron en el asesinato del columnista Manuel Buendía, de Excélsior, cuando se disponía a revelar relaciones peligrosas de bandas de delincuentes con policías, funcionarios y políticos. Ese crimen manchó al presidente De la Madrid y a su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz.

Grupos criminales y grupos radicales filiales al nuevo Gobierno están tentando al diablo con sus amenazas. Y ante la inutilidad de todos los organismos gubernamentales y legislativos de protección a periodistas, no queda más que la posibilidad de que alguien tome cartas en el asunto.

En el gobierno de Salinas fue el entonces jefe del Departamento del DF, Manuel Camacho Solís, quien se preocupó por las amenazas contra periodistas por parte de presuntos salinistas radicalizados. Hoy, la tarea le tocaría al secretario de Seguridad, Alfonso Durazo Montaño, quien trae consigo las amargas lecciones aprendidas en el caso Colosio: no hay amenaza que debiera desdeñarse.

Las amenazas contra comunicadores críticos revelan el fracaso de la política y dejan el mensaje de que no habrá libertad de expresión bajo las intimidaciones de grupos radicales clandestinos que favorecen al Gobierno en turno.

De Mauleón ha estado revelando la impunidad de los delincuentes, pero de paso la complicidad con policías. Sheridan es un puntilloso y eficaz escritor de los abusos y excesos de la 4T. Los dos han mostrado la fragilidad de la estrategia de seguridad y de la política en curso.

De nada sirve la solidaridad gremial si no hay una política de seguridad del Estado a favor de la libre expresión. Lo que queda es advertir que ciertos grupos del sistema actual están jugando con fuego.

Zona Zero

Ya se ha dicho: detrás de la ofensiva de Donald Trump contra migrantes hay una estrategia de seguridad nacional que nada tiene que ver con consulados y abogados. La relación bilateral ha sido de entrega o resistencia, y estamos cediendo todo a cambio de nada.