En la Ciudad de México se gastan cuatro mil millones de pesos al año, y a nivel nacional la cifra alcanza los 45 mil millones de pesos, afirmó Daniel Rocha Guzmán, coordinador ejecutivo del Programa de Manejo, Uso y Reúso del Agua (PUMAGUA) de la UNAM.

El gusto por el agua embotellada es relativamente nuevo en nuestro país: hacia 1980 era artículo para las élites económicas, y con los sismos de 1985 su consumo se extendió debido a la ruptura de tubos de abastecimiento.

A partir de ahí se generaron políticas públicas de salud que recomendaban hervir el agua antes de consumirla, y en 1991, debido a una epidemia de cólera, además de hervirla se pedía clorarla; esto derivó en la aparición de marcas comerciales que ofrecían un producto seguro.

En la actualidad esta situación tiene que ver con la baja confianza que la población tiene en la calidad del agua que recibe en sus casas, expuso Rocha Guzmán.

“El agua de la Ciudad de México es confiable en sí, hasta la toma, pero hay condiciones que la hacen poco apta para consumo humano, como su almacenamiento en cisternas o tinacos; ahí pierde su calidad, y más cuando permanece estancada tiempo prolongado y no se da mantenimiento y limpieza a estos contenedores”, dijo.

Estos factores hicieron que el agua embotellada se popularizara y se cambiaran los hábitos de consumo; además, han surgido campañas que la asocian con la salud.

gac