La semana que hoy inicia comenzará el segundo reparto de la Cartilla Moral, escrita en 1944 por Alfonso Reyes, documento que la administración de López Obrador ha incorporado a su gobierno.

La primera entrega se hizo en el mes de enero, cuando se dio a conocer la estrategia moralizadora del Jefe del Ejecutivo.

La diferencia es que la primera entrega la hicieron activistas de Morena, en centros de salud, hospitales y algunas plazas públicas.

El segundo reparto correrá a cargo de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (CONFRATERNICE), que se comprometió a repartir, casa por casa, 10 mil ejemplares mensuales.

Independientemente de la contradicción ideológica que representa el hecho de que el Presidente, que se dice juarista de hueso colorado, recurra a un grupo evangélico para repartir la famosa Cartilla, destaca un hecho que ha recibido poca atención.

El desdén de López Obrador a la Iglesia católica no es un asunto menor ni ha pasado desapercibido en las altas esferas de la Curia romana.

Si bien es cierto que el Jefe del Ejecutivo se ha cuidado de manifestar públicamente su fe cristiana -él como cualquier ciudadano es libre de creer en quien quiera–, es más que evidente su cercanía con la comunidad evangélica a cuyo partido, Encuentro Social, incluso hizo aliado en la elección presidencial.

De acuerdo al último censo, en el país entre 70 y 75% de la población profesan una fe católica y el resto se divide en varios credos.

Los datos públicos sobre las creencias religiosas en el país demuestran como gradual, pero consistentemente la Iglesia católica ha ido perdiendo seguidores.

Buena parte se debe a los escándalos de abusos sexuales y otros delitos como robo o fraude.

El asunto es que el desdén de López Obrador sembró la semilla de una eventual guerra religiosa; mientras todooosss los Gobiernos del PRI (y no se diga del PAN) se cuadraban con la alta jerarquía católica, López Obrador decidió hacer aliados a los evangélicos.

El país ha estado, por décadas, libre de acciones de odio religioso.

El Presidente debe cuidar ahora que sus decisiones no desentierren al monstruo de la intolerancia religiosa.

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Por cierto, a finales de este mes se espera que el Comité creado por López Obrador para redactar una “Constitución Moral’’, que será distinta de la Cartilla, presente su trabajo definitivo.

Desde que se creó, el Comité se ha reunido con infinidad de personajes como filósofos, teólogos y sociólogos, entre otros, para la construcción del documento pedido por López Obrador.

A ver qué novedades ofrece la visión de estos especialistas en temas humanísticos para fortalecer –o cambiar- la moral pública.

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Si se cuentan sólo los días hábiles, el próximo viernes el Gobierno federal deberá dar respuesta a un exhorto de la Comisión Nacional de Derechos Humanos para que atiendan la recomendación que le hizo respecto a las instancias infantiles.

Esta recomendación fue calificada por la secretaria de Bienestar, María Luisa Albores, como inaceptable, y el propio López Obrador dijo que fue rechazada “porque proponía violar los derechos humanos’’, aunque no dijo de quién ni cómo.

El hecho es que el presidente de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, informó el viernes 5 que daba un plazo de cinco días al Gobierno para que atendiera la recomendación o, de lo contrario, daría vista al Senado para que se llamara a comparecer a los secretarios de Estado relacionados con el tema.

Lo malo para González Pérez –y todos quienes están a favor de las instancias infantiles- es que el Senado lo gobierna Morena, y ahí sí como que no se le ve mucho futuro al asunto.