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Cuando una persona migra a otro estado de la República, o a otro país, lleva en su maleta miedos que lo hacen abandonar su tierra, y/o ilusiones de un futuro más satisfactorio.

 

Ese interés por una mejor calidad de vida, y que no queda muy claro que el creador de este planeta haya repartido primigenios títulos de propiedad, son argumentos para legitimar el derecho internacional de las personas a la migración. Por supuesto, con sus límites, cauces y responsabilidades.

 

La migración es un tema muy importante en nuestro país. Especialmente ahora, dadas las amenazas del Presidente Trump de aumentar los impuestos a los productos mexicanos si no limitamos la migración regional hacia Estados Unidos. Apenas este viernes se llegó a un acuerdo con el vecino del norte. De todos modos, habría que prepararse para futuros embates. Seguro vendrán.

 

La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica nos dice que, entre el 2013 y el 2018, un poco más de 760 mil personas emigraron de nuestro país. Y eso que este instrumento no está considerando a las familias que migraron completas ni a los que vivían solos, por la sencilla razón que no estuvieron para ser consultados. Así que seguramente el número es aún mayor.

 

La estadística también nos dice que, en México, siete de cada diez migrantes son hombres. De igual manera, que Estados Unidos sigue siendo el destino principal. Le siguen Canadá y España.

 

Entre las entidades federativas con mayor expulsión de población, se encuentran Jalisco a la cabeza, seguido de Michoacán y Guanajuato. La mayoría se va buscando trabajo. Es el caso de casi siete de cada diez.

 

También la migración interna, la que se da dentro de nuestro país es muy importante, entre otras razones por su impacto en la planeación de las ciudades: lo cual va ─por poner un ejemplo─ desde la consideración de las necesidades de servicios como el alumbrado, los hospitales o las escuelas… hasta las colonias que se van llenado de casas abandonadas.

Se estima que, del total de la población residente en el país, 22.5 millones (18.0%) son migrantes absolutos, es decir, personas que viven en una entidad federativa distinta a la del nacimiento. De este grupo de migrantes, un millón 74 mil personas nacieron en otro país.

 

Baja California Sur y Quintana Roo se encuentran dentro de las entidades con mayor atracción de personas; mientras que Guerrero y la Ciudad de México registran la mayor expulsión de población (Cfr. INEGI, ENADID, 2019).

 

Muchas veces se ha dicho que todos tenemos algo de migrantes. Nos desplazamos buscando mejores escenarios. Al respecto, creo que las personas nos fortalecemos cuando acogemos generosamente a quien lo necesita.

 

La magnanimidad diplomática que el expresidente Lázaro Cárdenas mostró con el exilio español, por allá de los años treinta, nos permitió tener personajes que enriquecieron enormemente la vida de nuestro país. León Felipe, Remedios Varo, Luis Buñuel, Ramón Xirau, Adolfo Sánchez Vázquez o Aurora Arnáiz son algunos de ellos ─como bien lo ejemplificó hace apenas unos días el Presidente del Senado, Martí Batres.

 

TFA

Maestro en Comunicación Institucional. Director de los Posgrados en Comunicación de la Universidad Panamericana.