Por muchas ligas que levante el City, mucho dinero que recabe el United y mucho glamur que desate el Chelsea, ningunos equipos reflejan hoy la frescura de la Premier League como los dos finalistas de la Champions, Tottenham y Liverpool.

Algo así como el Arsenal de Arsene Wenger cuando su dinámico juego derivó en el denominado Equipo Invencible (campeón invicto en 2004), hoy el verdadero desafío llega desde Anfield Road y desde el New White Hart Lane.

Mucho decir si se considera, sobre todo, que Pep Guardiola ha logrado instaurar con éxito su futbol de autor en el Etihad. Sin embargo, tanto en Liverpool como en Tottenham pueden apreciarse verdaderas vanguardias.

Jürgen Klopp, con una simbiosis brutal tanto en Mainz como en Borussia Dortmund, ha vuelto a llegar a niveles de idilio con las gradas del cuadro red. Es la agresividad futbolística, el despliegue, el derroche de energía, aunque en mayor medida es la fe. Su remontada ante el Barcelona, lo mismo que acceder a su segunda final europea consecutiva, no bastan para explicar por qué hoy al común de las estrellas les gustaría portar ese uniforme. La respuesta es la mística.

Al tiempo, Mauricio Pochettino se ha dedicado a construir un Tottenham respetuoso del balón, plagado de talento inglés y con el descomunal mérito que supone no haber hecho cambios relevantes al plantel en un par de campañas de ahorro para erigir un futurista estadio. Si Inglaterra tuvo un Mundial tan brillante en Rusia, fue en buena parte por su base: Kane, Alli, Dier, Rose, Trippier, tan capaces de lo horizontal como de lo vertical, lo mismo en su club que en la selección.

Cuesta entender la cercanía en el tiempo, pero todavía unos quince años atrás, Sven Göran Eriksson se topó con que los seleccionados le suplicaban limitarse a un rígido 4-4-2. Una buena generación de mediocampistas que incluía a Beckham, Lampard, Scholes, Gerrard, más cómoda con un sistema tradicional.

Muy distinto, hoy los talentos ingleses crecen habituados a cumplir con diversos roles, a adaptarse a multitud de esquemas, a aprender pronto lo que se les pide, a trasladar la visión de su DT al césped. Algo que para Wenger fue muy difícil en su primer Arsenal y para Eriksson jamás fue posible en la selección, ya es rutina en las islas británicas.

Entre aquel hit and run derivado del pensamiento victoriano (aquella conclusión de no tocar ni driblar, “porque un caballero siempre va de frente”), y estos innumerables estilos, hay poco tiempo, mas años luz de diferencia.

Si la premier League goza de tal salud no es sólo por los altos contratos televisivos y su espléndido trabajo en planeación y ejecución. Ante todo, está lo que se vende. Y hoy vende un producto fresco. Algo evidente si reparamos en los clubes que dirimirán al campeón de Europa este sábado en Madrid.

Twitter/albertolati

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