El presidente ataca a la prensa porque le teme. Porque esta es el único otro megáfono rival que puede destapar sus mentiras, corrupción e ineptitud. Es la única otra fuente de información política, el último dique democrático, que puede cuestionarlo o exhibirlo con datos en mano para no permitirle decir lo que le venga en gana sin consecuencia alguna.

Con todo y que en sus “mañaneras” tiene, a veces, reporteros comprometidos con la vigilancia del poder, el presidente miente descaradamente. Según la consultora Integralia, que hace un análisis de veracidad de sus declaraciones cada mañana, en las 20 conferencias de abril, el presidente mintió de manera flagrante en 44 % de sus dichos, particularmente en temas como homicidios, producción petrolera, empleo y la obra de Santa Lucía. El resto, el 56 % de las declaraciones, comprenden “medias verdades” (información parcialmente verdadera) y declaraciones inverificables por falta de información y datos.

Cómo conclusión, el reporte destaca que “ninguna declaración verificada fue completamente cierta” durante las “mañaneras” de abril, y subraya tres puntos: 1) “Mientras el presidente habla de una estabilización en los… homicidios, las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública muestran un incremento”; 2) “Mientras el presidente ha dicho que los 269 mil empleos formales creados en el último trimestre representan ‘un incremento nunca visto en los últimos 10 años’, los datos muestran que esa es la peor cifra para un periodo similar desde 2014”; y 3) “Consistentemente ha dicho que la corrupción ha disminuido, sin ofrecer datos que permitan verificar esa declaración”.

Si López Obrador miente descaradamente el 44 % del tiempo que pasa frente a (algunos) reporteros serios, ahora imaginemos a un López Obrador sin el obstáculo de los reporteros inquisitivos y la prensa de investigación: podría decir cualquier cosa, real o falsa, sin que nadie lo cuestione. Sería, para él, la gloria misma y el pináculo del poder. Ya nada ni nadie podría detener su “transformación”.

Sin embargo, si para el presidente la evidencia es opcional, para la prensa debe ser un requisito inexorable e incluso creciente en importancia. El periodismo mexicano no debe responder con la misma bajeza presidencial y difundir mentiras o habladurías, como lo hace el tabasqueño; debe, más bien, aprovechar este pleito para sacar lo mejor de sí, e intentar ser aún más certero, veraz, equilibrado, y por ende, patriota.

@AlonsoTamez