Junto con sus talentosísimos compatriotas, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro, convirtió a México en la potencia cinematográfica mundial. Esta semana, Alejandro González Iñárritu, ganador de cinco premios Oscar, se erigió como presidente temporal del universo al acceder al codiciado trono como jefe del Jurado de la 72.da edición del Festival de Cannes, el certamen del séptimo arte más célebre y prestigioso a nivel planetario. ¡Bien merecido!

Cannes ya arrancó, y todas las miradas se dirigen al gran mexicano, “el juez máximo”. Se entiende, su voz será decisiva a la hora de elegir al ganador del mayor trofeo (al lado del Oscar) al que puede aspirar un cineasta, la Palma de Oro. Sí, el patrón es él, un patrón con clase, de ésos que lanzan bromas coquetas sobre su papel con frases como “No dirijo el Jurado, sólo lo encabezo.

 

En realidad no controlo nada en mi vida, ni mis sets, ¡ni a mi familia! No sé cómo le haré”. Los guiños sólo enaltecen al maestro, el primer presidente del Jurado de Cannes oriundo de América Latina, un homenaje de lujo a su carrera artística, que por cierto empezó hace 19 años en el mismísimo Festival de Cannes, cuando la primera cinta de Iñárritu, Amores perros, se alzó con el premio de la Semana de la Crítica, arrancó suspiros colectivos de fascinación marcando un hito en la mirada de la crítica y el público internacional sobre el cine mexicano, sin olvidar que le valió al mexicano su primera nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera.

En aquel momento nacía un tórrido romance entre el célebre certamen en la Costa Azul francesa y el autor de El renacido, que está lejos de extinguirse.

Cannes lo ama y su amor es correspondido. Aún tengo muy fresco el recuerdo de la extraordinaria cosecha de Cannes 2006. En la carrera por la Palma de Oro se presentó con Babel, Alejandro G. Iñárritu. Era el favorito, pero en aquella ocasión le arrebató el máximo reconocimiento el veterano británico especializado en temas sociales Ken Loach con su filme El viento que agita la cebada.

Ahora, 13 años después, Ken Loach se lanza una vez más a la conquista de la Palma de Oro. Se medirá con figuras de la talla de Tarantino, Almodóvar, Jarmusch o los hermanos Dardenne. Y tendrá enfrente al rival de 2006. Ahora lo podrá escudriñar con el ojo crítico desde la presidencia del Jurado.

Me encantó ver entre sus miembros a la joven actriz estadounidense Elle Fanning, la que a los siete años de edad encarnó en Babel a la hija de Brad Pitt y Cate Blanchett. Me conmovió profundamente que el Negro Iñárritu haya recurrido al español, su lengua materna para pronunciar su discurso en la gala de inauguración de esta edición 72 de Cannes, todo un símbolo.

Nadie como él para tocar las fibras más sensibles, para retratar los recovecos de la condición humana. La creatividad se entreteje con el perfeccionismo, y éste siempre busca la innovación. Es el sello de Iñárritu. El sello que llevará este año el trofeo más prestigioso del Festival de Cannes.