Con sus más de 50 millones de habitantes, Corea del Sur es hoy la cuarta economía de Asia y la onceava del mundo. A pesar de contar con limitados recursos naturales y un territorio pequeño, esa nación es líder mundial en la fabricación de aparatos electrónicos para el consumidor, particularmente teléfonos móviles y televisores. Además, es puntero internacional en innovación.

De acuerdo a estimaciones del Fondo Monetario Internacional, el Producto Interno Bruto per cápita nominal de Corea del Sur es de 32 mil 46 dólares anuales, que equivalen aproximadamente a 640 mil pesos. Y la desigualdad en la distribución del ingreso en ese país no es tan elevada (su coeficiente de Gini es de .315), si bien no presenta los niveles de sociedades escandinavas, donde la distribución es más equitativa.

A pesar de que hoy en día Corea del Sur ha avanzado de manera importante, existe un fuerte debate sobre los métodos a través de los cuales logró prosperar económicamente, y acerca de los problemas sociales y externalidades que su sociedad enfrenta en la actualidad. Sin embargo, estas líneas se enfocarán en los resultados positivos que podrían ser una buena referencia para México.

Después de la guerra, en la década de los años sesenta, Corea del Sur era uno de los países más pobres del mundo: su ingreso per cápita era de 79 dólares, incluso por debajo de economías crónicamente pobres del continente africano.

Con la llegada del general Park Chung-hee a la Presidencia inició una época con fuertes políticas de proteccionismo económico que se mantuvieron por más de dos décadas. Una de ellas se enfocó en la industria química y de materiales pesados. Se trató de un plan de seis años basado en dos estrategias torales: subsidios a la importación y crédito barato para industrias altamente intensivas en capital, como la del acero, metales no ferrosos y petroquímica.

Los resultados, a pesar de su corto plazo, fueron de impacto duradero en las industrias en las que fue aplicada. No sólo se beneficiaron las empresas dentro del grupo de la política, sino también las que compraban sus productos al obtener mejores precios y, en el largo plazo, consolidaron el robusto sector industrial que hoy es el motor de crecimiento del país y ha favorecido a la población.

A la luz de ello, ¿es momento de que México desarrolle una política industrial?, ¿podemos seleccionar industrias e invertir agresivamente para desarrollarlas y obtener un motor de crecimiento potente que garantice empleo y bienestar social?

La propuesta presentada en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 refleja el compromiso de esta administración con el progreso de las regiones que históricamente han quedado fuera del incipiente crecimiento que México ha experimentado en años recientes.

Es momento, sin duda, de diseñar las políticas industriales necesarias para el país, las cuales tienen que ser delineadas conjuntamente entre la iniciativa pública y el sector empresarial, ya que si queremos obtener resultados diferentes, necesitamos llevar a cabo acciones innovadoras.

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