Sin temor a equivocarme, cuando uno sale a manejar en la Ciudad de México y el área conurbada, debe estar listo para escuchar una letanía de mentadas de madre. Todas de ida y vuelta, por supuesto.

Porque bien sabemos que la educación en México es la patita de la que más cojeamos, y esto se hace cada vez más evidente cuando estamos al volante. Nos pasamos los altos, no ocupamos las direccionales, rebasamos los límites de velocidad y hasta hay quienes ya llevan preparado el billete de 500 por si los para el alcoholímetro.

Lo anterior es lo que motivó a varias organizaciones civiles a buscar la acción de inconstitucionalidad contra las nuevas normas del Reglamento de Tránsito que entró en vigor hace un par de semanas en la capital del país. No lo lograron porque la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México no quiso acompañar el proceso.

Por ejemplo, creo que ya todos sabemos que con las nuevas reglas, las muchas veces arbitrarias y cuestionadas fotomultas se convirtieron en fotos cívicas y ahora pasarse un alto y rebasar el límite de velocidad se paga con puntos y, en un caso extremo, con trabajo comunitario. Es decir, se apuesta por la educación cívica de la gente.

En este caso, las organizaciones de la sociedad civil argumentan que las fotomultas sí lograron reducir el número de accidentes viales y las fatalidades en éstos. Las nuevas autoridades capitalinas afirman que no hay evidencia documental que respalde esos dichos y arguyen que se trataba de una política meramente recaudatoria.

El Gobierno encabezado por la doctora Claudia Sheinbaum tiene mucha razón en que era una medida recaudatoria que desde un inicio tuvo manejos turbios. Lo que carece de fuerza es el argumento de que no hay datos que respalden que las fotomultas no salvaron vidas.

Me puse a revisar algunos estudios, y encontré lo siguiente. Según el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP por sus siglas en inglés), entre 2015 y 2017 –tiempo en que operó la primera etapa de las fotomultas– se registró una disminución de 21% en el número de averiguaciones por homicidios involuntarios de conductores de vehículos.

Según el documento publicado en la segunda mitad del año pasado, “derivado de la implementación del sistema de fotomultas”, en los últimos trimestres de 2015 y 2016, hubo un aumento de 216% en las sanciones por rebasar el límite de velocidad. Es decir, que sí se estaba captando a los conductores que le pisaban al acelerador.

Otro dato, según el Secretariado Técnico del Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes, en 2015 los hechos de tránsito que causaron la muerte de personas contabilizaron en la Ciudad de México, 768. En 2018, la cifra de muertos por atropellamientos fue de 578, es decir, que sí hubo una reducción.

¿Cuál será el resultado de las fotocívicas? ¿En cuánto tiempo lograrán reducir los números fatales que se tienen en la Ciudad de México? Tal vez y a pesar de los esfuerzos, sólo quedará en evidencia que somos malos para manejar y buenos para mentarnos la madre en el tráfico.

En el baúl: en los pasillos de la Secretaría de Relaciones Exteriores andan preocupados porque la licitación para los 50 mil kilómetros de fibra óptica de la Comisión Federal de Electricidad no está funcionando como esperaban, tan es así que el Gobierno federal analiza seriamente la creación de un organismo que explote esta red y lleve Internet a todos los rincones del país. La pregunta sería ¿por qué los verdaderos gigantes de las comunicaciones, como el ingeniero Carlos Slim, no le ven el negocio a dicha licitación?