Multiplicar la devoción y exacerbar las inquietudes son los efectos de los mensajes del presidente Andrés Manuel López Obrador. Su discurso tiende al fortalecimiento de las posturas de ambos lados del espectro, en donde la coincidencia es que el fuerte del Ejecutivo es su poder para comunicar.
Declaraciones sencillas, contundentes, que conectan con las emociones de los que escuchan, ya sean positivas o negativas, el Presidente imprime su sello discursivo a las políticas que aplica.

El viraje en la política migratoria es un ejemplo que se advierte como uno de los primeros en donde habrá rectificación, o ya comienza a haberla.
López Obrador anunció que el tránsito de migrantes por nuestro país para alcanzar la frontera norte sería atendido bajo un enfoque de protección a sus derechos humanos, lo que significaría evitar su criminalización, entender y atender las causas del éxodo: pobreza, inseguridad y falta de oportunidades.

La situación, según especialistas, se ha ido modificando a la par que las cantidades de personas que atraviesan la frontera mexicana de manera ilegal se incrementa.

A finales del año pasado, previo a su toma de protesta como Presidente constitucional, la atención ciudadana y de los medios de comunicación se centró en una gran caravana migrante integrada por familias que anunciaban su paso por territorio nacional para alcanzar la frontera norte y el tan sobrevalorado “sueño americano”.

Las familias de origen centroamericano contaron con el apoyo explícito de López Obrador, quien ofreció condiciones de libre tránsito, e incluso apoyos humanitarios y de logística para atravesar los casi cuatro mil kilómetros que separan Chiapas de Baja California.

“El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”, reza el refrán popular, y en el caso particular, las intenciones legítimas de apoyar a personas que, en su mayoría, huyen de sus lugares de origen por una violencia incontenible, resultó en el reconocimiento inmediato de los seguidores del Presidente, pero también en la incredulidad de sus críticos, cuyas dudas encontraron eco en los tuitazos del presidente Donald Trump.

Mientras, el Gobierno federal dio a conocer que del 1 al 22 de abril se detuvieron a 11 mil 800 indocumentados, una cifra que es 125% mayor a la registrada en abril de 2017, y 3% más alta que la del año pasado, a pesar de que aún faltan 10 días para que termine abril.

Para las organizaciones de ayuda a migrantes, la política migratoria cambió en el discurso, pero no en los hechos o, tal vez, ante la creciente ola de personas que consideraron que en México existe un apoyo permanente para los centroamericanos que desean pedir asilo en Estados Unidos, hubo una modificación en los hechos, lo que explicaría las acciones de agentes de migración y policías federales que en el municipio de Pijijiapan, Chiapas, desarticularon una caravana y detuvieron a 371 indocumentados.

En todo caso, pareciera ambigua, pues mientras en el discurso se alienta a las caravanas, en los hechos no se cuenta con los recursos ni con la capacidad para brindarles atención, mientras esperan en la frontera norte a recibir asilo político por parte del Gobierno estadounidense.

Así, el republicano Donald Trump encuentra todas las justificaciones necesarias para continuar con el propósito de construir un muro entre ambos países y amenaza con cerrar la frontera.