Isel Rojas puso en suspenso su sueño de dejar Cuba cuando Estados Unidos acabó con una política de migración generosa para los residentes de la isla, pero retomó la idea de emprender el viaje al ver en televisión las noticias de las caravanas de migrantes centroamericanos.

 

Una mañana de enero se despertó y le dijo a su esposa que estaba listo. Quince días después, dejó la isla.

 

“Si ellos pueden, ¿Por qué nosotros no podemos hacerlo también?”, dijo Rojas, un hombre de 48 años que se dedicaba a la agricultura en la ciudad oriental de Holguín, rememorando las imágenes de jóvenes y familias que viajan en las caravanas rumbo a la frontera entre México y Estados Unidos.

 

Rojas busca solicitar asilo de Estados Unidos mientras espera en la fronteriza Ciudad Juárez, que se ha convertido en un imán para los migrantes cubanos en México.

 

La represión política y las sombrías perspectivas económicas siguen siendo las principales razones por las que los cubanos emigran de la isla, pero algunos en Ciudad Juárez dicen que también fueron motivados por las noticias de las caravanas.

 

Desde principios del año pasado, las caravanas han sido un blanco frecuente del presidente estadounidense, Donald Trump, pero los críticos aseguran que, irónicamente, sus declaraciones han impulsado a los grupos y promovido el asilo como una posible vía para alcanzar el estatus legal.

 

“Estas caravanas las ha mediatizado el presidente Trump”, dijo Tonatiuh Guillén, comisionado del Instituto Nacional de Migración de México, a la radio local la semana pasada.

 

Más aún, algunos piensan que la línea más dura de Trump en las relaciones con Cuba ha contribuido a crear un sentimiento de desesperanza en la isla.

 

La Casa Blanca y el gobierno cubano no respondieron de inmediato a una solicitud de comentarios. El instituto de migración de México declinó referirse al asunto.

 

“COMO LOS DEMÁS”

En Ciudad Juárez, los cubanos representan entre el 75 y el 80% de los aproximadamente 3 mil 600 migrantes en la zona, dijo Enrique Valenzuela, coordinador del Consejo Estatal de Población.

 

La espera para solicitar asilo es de aproximadamente dos meses, aseguran los directivos de los refugios.
El cuello de botella destaca una nueva realidad: los cubanos no disfrutan de las mismas ventajas que una vez tuvieron en el sistema de inmigración de Estados Unidos.

 

“Por primera vez este año, los cubanos son tratados como todos los demás”, dijo Wilfredo Allen, un abogado con sede en Miami que trabaja con inmigrantes cubanos. “La puerta especial para los cubanos ya se ha cerrado”, agregó.

 

En 2017, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, puso fin a la política de “pies secos, pies mojados”, que permitía quedarse a los cubanos que llegaban a suelo estadounidense, pero devolvía a quien fuera interceptado en el mar.

 

En los primeros cinco meses del año fiscal 2019, 6 mil 289 cubanos acudieron a los puertos de entrada en la frontera entre Estados Unidos y México sin documentos. La cifra se encamina a casi duplicar el total para todo el año fiscal 2018, según datos de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos.

 

Si bien los cubanos generalmente tienen más posibilidades de recibir asilo que los centroamericanos porque sus historias de persecución política son a menudo más claras, el éxito no está asegurado, dijo Allen, quien estima que sólo del 20 al 30 por ciento de sus clientes cubanos ganarán sus casos.

 

No obstante, ese mensaje no ha llegado a los cubanos que permanecen en Ciudad Juárez, muchos de los cuales tuvieron que vender sus vehículos, negocios u hogares para financiar el viaje.

 

“Dicen que nosotros tenemos la prioridad, que nos reciben de una forma u otra. Siempre nos reciben”, comentó Rojas, quien vendió casi la mitad de su ganado. “Ellos siempre nos aceptan”, afirmó.

 

UNA NUEVA RUTA

Los cubanos que tienen la suerte de obtener una visa estadounidense -para visitar a un familiar, por ejemplo- pueden volar hasta allí legalmente y tienen la posibilidad de solicitar la residencia después de un año en Estados Unidos. Para la mayoría, sin embargo, llegar a ese país no es fácil.

 

Incluso antes de que terminara la política de “pies secos, pies mojados”, los cubanos comenzaron a forjar nuevas rutas, volando a países de América Central y del Sur con requisitos de visa más laxos para luego ir al norte. Solo pocos países, como Guyana, no requieren visas para los cubanos.

 

El año pasado, Panamá facilitó el ingreso de los cubanos para hacer compras, creando otra vía para que algunos de ellos llegaran a Centroamérica.

 

Arasay Sánchez, una mujer de 33 años, dijo que un día estaba navegando por Internet en un parque cuando vio una historia sobre las caravanas. Después de vender su casa y la mayoría de sus pertenencias, viajó a Panamá el 25 de enero.

 

Confió en una guía de siete páginas que heredó de otros cubanos que habían viajado a Estados Unidos y que detallaba todo, desde dónde dormir hasta dónde comprar un teléfono.

 

La ruta terminó en Ciudad Juárez, vista por muchos cubanos como un lugar más seguro y ordenado para buscar asilo que otros cruces fronterizos mexicanos más concurridos, a pesar de su reputación como una de las ciudades más violentas del mundo. Ubicada al sur de El Paso, Texas, la ciudad recibió relativamente pocos solicitantes de asilo hasta fines del 2018.

 

Muchos están consternados por la larga espera que encuentran, dijeron directores de refugios, y están cada vez más preocupados por la seguridad, después de que surgieron reportes sobre desapariciones de cubanos en México. Pocos abandonan los refugios, dijeron 10 migrantes entrevistados.

 

Sánchez y su pareja llegaron a Ciudad Juárez en febrero y se han mudado de un refugio a otro luchando con la comida picante mexicana. “Hasta los caramelos (tienen chile)”, dijo mientras agarraba los pliegues de sus jeans para demostrar que había perdido peso.

 

Los expertos no creen que el flujo de migrantes cubanos vaya a disminuir pronto. Obama hizo más fácil para los estadounidenses viajar a la isla, generando nuevos negocios. Pero ese dinero se agotó después de que Trump endureció las reglas, dijo Pedro Freyre, un abogado que estudia la relación entre Estados Unidos y Cuba.

 

Llegar a Estados Unidos pondría una larga odisea para Reinaldo Ramírez, un contratista de construcción de 51 años de Jagüey Grande. A partir de 2006, intentó llegar a Estados Unidos siete veces en lancha, incluido el día en que Obama canceló la política migratoria de “pies secos, pies mojados”.

 

La nueva ruta ha sido igual de ardua. Después de volar a Guyana en septiembre, Ramírez y su esposa tuvieron que caminar por la región de Darién, un tramo de jungla entre Panamá y Colombia. Después de cruzar la primera vez, las autoridades panameñas los deportaron a Colombia, obligándolos a repetir la caminata.

 

Luego de llegar a Ciudad Juárez en medio de cientos de solicitantes de asilo, Ramírez siente que está más cerca. “Casi tengo logrado mi objetivo y mi sueño americano”, dijo.

 

dpc