La historia, sobre todo en sus peores caras, se repite.

En 2009, un muchacho italiano de padres ghaneses, llamado Mario Balotelli, tenía que habituarse a sus 19 años a escuchar insultos racistas en el estadio. En 2019, un muchacho italiano de padres costamarfileños, llamado Moise Kean, tiene que ir de cancha en cancha acostumbrado a que la norma es que se le reciba con ofensas por su color de piel.

Mucho antes que Balotelli, incluso en los primeros noventa, Ruud Gullit ya se quejaba de lo que le era gritado en Italia, así como después Suley Muntary estaría cerca de abandonar un partido luego de ser amonestado por confrontar a una tribuna que le atacaba o todo el Milán abandonaría un cotejo, fastidiado por el maltrato al que era sometido Kevin-Prince Boateng.

Nada nuevo. Ni las conductas racistas, ni la pasividad del campeonato italiano ante ellas, ni la lamentable certeza de que continuarán. O sí, una novedad: que esta vez un compañero de Moise Kean en la Juventus, el experimentado Leonardo Bonucci, haya atribuido la culpa tanto a la afición abusadora como al jugador abusado.

¿Qué sucedió este martes en la isla de Cerdeña? Que, como ha sucedido casi a cada aparición del adolescente, la grada simuló sonidos de mono cuando tocaba la pelota. Sólo que, en esta ocasión, tras anotar al Cagliari, se paró ante los aficionados con los brazos abiertos en desafío.

Decir que Kean fue corresponsable de los abucheos es omitir buena parte de la historia. ¿O está obligado a vivir como si nada aconteciera a su alrededor? ¿A fingir demencia? ¿A convertir en rutina la discriminación?

Balotelli apuró un mensaje en redes sociales para asegurar que Bonucci tuvo suerte de que él no estuviera ahí, así como el holandés Memphis Depay le lanzó “estoy decepcionado por tu reacción, ¡no nos callaremos!” y el inglés Raheem Sterling también arremetió contra Bonucci, “Sólo queda reír”.

Moise Bioty Kean proviene de una familia por demás esforzada, a la que todo ha costado: tanto la vida anterior en Costa de Marfil, como las duras condiciones laborales desde que se asentaron en la localidad de Vercelli. Cuando con trece años la Juve detectó su talento, lo primero que hizo fue llamar a su madre con un mensaje: “¡Te tengo una sorpresa! ¡Firmé por la Juventus! ¡No tendrás que volver a trabajar!”.

El camino fue largo y pasó un tiempo hasta que su madre pudo dejar esos turnos de madrugada en una planta. Sin embargo, Kean cumplió la promesa y va deglutiendo récords: fue el primero futbolista nacido a partir del año 2000 en debutar en Serie A y después el seleccionado italiano más joven en anotar en más de cien años.

La vida va rápido para Moise. Velocidad que no impide ver lo que sucede a su alrededor: los mismos ataques sufridos por tantos futbolistas negros en Italia, desde décadas y décadas atrás.

Twitter/alberolati

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