Partido a partido Raúl Alonso Jiménez se sentaba en la banca del lisboeta Estadio Da Luz.

El club Benfica no le alineaba, aunque sin duda creía en él, pues de otra forma lo habría vendido a cambio de mucho menos dinero del que exigía. El delantero no podía estar contento, pero siempre creyó en sus condiciones, que lo contrario hubiese sido volver a la comodidad del futbol mexicano o solucionar la vida de sus nietos con la oferta que le llegó desde China.

Cuestión de fe. Porque mientras que tanto el Benfica se aferraba a un futbolista en el que veía un tremendo potencial y el propio Jiménez no claudicaba en la persecución de su sueño europeo, en su país la confianza no fue tanta: calienta-bancas, incapaz de jugar siquiera en Portugal (como si la liga lusitana fuera la de una diminuta isla en el Caribe), turista de lujo…, y evito el resto de lo que se llegó a clamar sobre él porque no supera filtro alguno.

Lo llamativo de Raúl Alonso es, de entrada, el aferrarse a sus anhelos, el no dejarse doblar, el creer en su capacidad. Sin embargo, en mayor medida, el triunfo del aprendizaje, de la humildad, del amor propio, de la dedicación de tiempo completo al futbol. Y talento, muchísimo talento.

Los caminos del balón son inescrutables y nunca sabremos lo que hubiera pasado si el Atlético de Madrid le retiene o si el Benfica le da más que los minutos finales de eventuales cotejos (en los que, por cierto, siempre respondió con goles, muchos de ellos en plena disputa de títulos). Lejos de distraerse con eso, el mundialista tricolor se concentró en lo que sí dependía de él: ser mejor a cada día, probar su valía, no defraudarse.

Se dice fácil, pero así Raúl ha hecho historia este jueves para el futbol mexicano: se trata ya, con diferencia, del traspaso más caro que un jugador nacido en nuestra tierra haya protagonizado. No sólo eso, sino que actuando en la liga que tiene más representantes vivos en Champions League y como pieza clave del equipo revelación del torneo.

42 millones de dólares que, a diferencia de buena parte de las transferencias en la actualidad, no se deben a lo que Jiménez puede llegar a ser, sino a lo que ya es; de otra manera no se estaría poniendo ese dineral a cambio de un muchacho próximo a los 29 años.

El mérito de Raúl Alonso es inmenso. La lección para quienes se rieron por verlo en la banca y gastaron su ingenio en bromas, todavía mayor. Aunque tampoco es que para él hiciera diferencia; no, con su determinación y hambre.

Twitter/albertolati

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