Ha terminado la era de los estadios que parecen estadios.

Aquel círculo u óvalo, tan reminiscente en su estructura del viejo Coliseo romano, se desvanece para no volver. En su lugar emergen figuras tan deformes como platinadas, dignas de algún episodio de los Supersónicos o cualquier otra visión sesentera de cómo iba a ser el futuro.

Si los Mundiales y Olímpicos han marcado la pauta en la evolución de los escenarios deportivos, probablemente el parteaguas haya sido el Allianz Arena de Múnich en 2006: descrito por algunos como pastel de merengue y por otros como llanta iluminada, era un algo difícilmente vinculable con las antiguas instalaciones atléticas. Antes, en Corea-Japón 2002, la alternativa al estadio que parece estadio fueron los domos, ya en boga en Estados Unidos desde que la inmensa cápsula del Astrodome no se desplomara al retirarse sus soportes provisionales en 1965. Domos cada vez más deslumbrantes, como aquel de Sapporo, cuya cancha se deslizaba al interior, o el de Oita, con una celeridad tremenda para cerrar su techo.

Sin embargo, la casa del Bayern definió el camino. Dos años más tarde, el Nido de Beijing 2008 fue en esa dirección, como pasó en 2010 con el Soccer City de Johannesburgo, en 2012 con el Centro Acuático de Londres diseñado por la genial Zaha Hadid y en 2014 con la Arena Corinthians de Sao Paulo.

Los estadios, a la par de ya no parecer estadios, ahora se conciben para funcionar más seguido para otros rubros ajenos al deporte; su capacidad para amoldarse a diversas necesidades, para convertir sus fachadas en descomunales pantallas o proyectores de luz, para propiciar negocios, para ser templos del mundo corporativo, todo eso se considera en la actualidad.

Por tomar a Londres como paradigma, la diferencia entre el viejo Highbury y el actual Emirates, entre el desaparecido Wembley y el que le sustituyó, entre el demolido White Hart Lane y la futurista casa que recién estrenó el Tottenham, resumen la evolución.

Numerosos santuarios del futbol, aún tan funcionales como espectaculares, siguen en la otra línea: Camp Nou de Barcelona, Old Trafford de Mánchester United, Anfield de Liverpool, Giuseppe Meazza de Inter y Milán, Parque de los Príncipes de París Saint Germain… Aunque tienden a hacerse minoría.

Este martes conocimos la maqueta del nuevo Santiago Bernabéu. La idea es mantener por dentro el cascarón que permite ver futbol más o menos como siempre, al tiempo que por fuera sea una nave espacial.

Nostalgia o no, la realidad es que los estadios han cambiado de era. Con los que desechan su vieja piel, se va también la infancia de cuantos ahí soñaron con jugar y ahí contemplaron los sueños, en pies ajenos, convertidos en realidad.

Twitter/albertolati

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