Foto: Reuters Simpatizantes corean al unísono "presidente, presidente" y la euforia se apodera de la calurosa y pequeña ciudad de Anaco, en el noreste de Venezuela. Segundos después, Guaidó hace su aparición en el templete y el aplauso se vuelve atronador  

Desde enero, cuando se declaró presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó ha logrado el apoyo de decenas de países y ha amalgamado a todas las fuerzas políticas de oposición y a los disidentes del oficialismo.

Pero no ha logrado un quiebre vital: convencer a la cúpula militar de darle la espalda al presidente Nicolás Maduro, a quien acusa de ganar la reelección en comicios fraudulentos en mayo de 2018.

El heredero del fallecido presidente Hugo Chávez, por su parte, señala a Guaidó de liderar un golpe de Estado en su contra y mantiene el control de las funciones estatales y de las fuerzas armadas.

Pero algo pareciera estar cambiando.

El fin de semana, durante su más reciente gira por el estado nororiental de Anzoátegui, la caravana de camionetas todoterreno con vidrios polarizados que llevaba a Guaidó atravesó decenas de puestos de control policiales y de la Guardia Nacional.

A su paso, los uniformados lo saludaron emotivamente o lo dejaron pasar dándole la espalda. Es un cambio radical respecto a la reciente retención que sufrió por parte de agentes del servicio de inteligencia cuando se dirigía a un mitin en su natal Caraballeda, en la costa caribeña.

Tras terminar su segundo acto del día, Guaidó abandonó Anaco rumbo a la ciudad costera de Lechería, a unos 100 kilómetros. A mitad del camino, en el pequeño poblado de San Mateo, los pobladores irrumpieron en la carretera y le cerraron el paso.

Al verse impedida de seguir su camino, la caravana se detuvo. Guaidó se bajó, subió al techo de una camioneta y habló con la gente reunida para recordarle que, como todos conocen a un militar, lo convenzan de pasarse a sus filas y estar “del lado correcto de la historia”.

Con el pecho henchido y el puño derecho en alto, el político finalizó su improvisado discurso entonando el himno nacional, mientras unos policías, emocionados, lo secundaron.

“(Guaidó) es la libertad de nosotros (…) para superar esta crisis tan grande que estamos pasando”, dijo Delcy Aponte, una abuela de 70 años de San Mateo. “Con Guaidó tenemos esperanza, es el futuro de los jóvenes, el futuro de Venezuela”.

El país caribeño, sentado en las mayores reservas de crudo del planeta, sufre una crisis económica sin precedentes, donde la hiperinflación pulveriza los salarios y los cortes de agua y luz y la escasez de medicinas han obligado a millones a emigrar.

“Más de lo mismo”

Ni bien el animador pronuncia su nombre, la muchedumbre de simpatizantes corea al unísono “presidente, presidente” y la euforia se apodera de la calurosa y pequeña ciudad de Anaco, en el noreste de Venezuela. Segundos después, Guaidó hace su aparición en el templete y el aplauso se vuelve atronador.

Las palmas de las manos apuntan al cielo, las banderas amarillo, azul y rojo de Venezuela ondean con fuerza y a algunos de los cientos de asistentes se les escapan las lágrimas.

La escena se repitió en las tres ciudades que visitó en Anzoátegui. Cruzando la calle, vendedores ambulantes ofrecían escasos bienes básicos a granel mientras la música de fondo rezaba: “yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista”.

En Caracas, sin embargo, algunos comienzan a impacientarse mientras la crisis económica y las constantes fallas en los servicios básicos se agudizan.

“Yo siempre saldré a protestar”, dijo Lizmar Patiño, una auxiliar de farmacia en Caracas. “Pero, ¿de qué sirve si al final matan a unos cuantos y, unos meses más tarde, se apaga la calle? Sólo espero que Guaidó no sea más de lo mismo. Tenemos 20 años tratando de salir de este Gobierno”.

Por motivos de seguridad, el equipo de Guaidó guarda bajo siete llaves las coordenadas de sus próximas giras, de su lugar de pernocta y, en general, de su agenda fuera de Caracas. Ello, a pesar de que él mismo ha retado al Gobierno a arrestarlo.

Debido a la poca anticipación, según los organizadores de sus eventos, los mítines no son tan masivos como las concentraciones de 2017. Sin embargo, son más significativos y Guaidó los ha bautizado como “cabildos abiertos”, en referencia al cabildo que Caracas celebró en 1810 y que significó el primer hito de la independencia venezolana.

“Vamos a seguir en las calles hasta lograr la libertad de Venezuela, el cese de la usurpación, el gobierno de transición, las elecciones libres”, dijo desde Anaco, vestido con camisa blanca y jean azul. “No solamente vamos a recuperar la normalidad, vamos a recuperar los sueños”.

 

DJOR