Lo dije antes, pero es obligado repetirlo: un síntoma de que una sociedad está amenazada por el autoritarismo, de que puede imponerse un régimen vertical, caudillesco, es la normalización de cosas que no son normales cuando hay un mínimo de salud democrática. Pensemos en algunas de las dichas y hechas en los últimos días:

Parece una tontería, y lo es en muchos sentidos, pero no es normal que Jesusa Rodríguez, una senadora, dispare la sandez de las carnitas y la caída de Tenochtitlán, y luego no es normal que se trate de justificar el disparate como una reflexión profunda sobre la carga política, ética o ambiental de lo que comemos. Carnitas, señores. Tenochtitlán. En buena onda, no traten de darle profundidad a nada que reúna esos dos sustantivos en una hipótesis histórica.

No es normal que otra legisladora, Tatiana Clouthier, escriba lo que escribió sobre Enrique Krauze, acusado de complotista, no exhiba pruebas y luego diga que sí, que las tiene, que nos las enseña cuando queramos, cuando tuvo todo un libro a su disposición para hacerlo.

Como no es normal que se pretenda darle credibilidad a un testimonio tan patoso, tan carente de pruebas reales –esos pantallazos bravucones que no dicen nada, esos adjetivos–, como el del bato que dice que trabajó para Krauze en un complot con empresarios, un bato que luego resulta que trabaja… para Tatiana Clouthier.

Como no es normal que se hable de guerra sucia ante una práctica tan perfectamente democrática, habitual en los países no caudillescos, como que un grupo de empresarios financien una investigación legal, basada en información pública, sobre un candidato que no les convence. Investigación de la que no hay pruebas sobre la participación de los empresarios o la de Enrique, por añadidura.

Y como no es normal que un Presidente tenga que firmar que no piensa reelegirse, y que el tono del documento en que lo hace sea de ofensa, de indignación ante la desconfianza de tantos y tantos mexicanos, hagan de cuenta que no hubiera razones para esa desconfianza; como si nada en las mañaneras se pareciera al linchamiento, a la acusación sin pruebas; como si la 4T estuviera libre de declaraciones de simpatía por el castrismo, como si no hubiera nada anormal en una Cartilla Moral con tiraje de Harry Potter pagado por el erario, como si el estatismo y la repartición de billete y los conflictos con las calificadoras no sonaran a aislamiento bolivariano y compra de votos.

Corrijo: todo eso es normal. Lo es en un mundo triste, represivo y depauperado.