Los países en transición a economías de mercado y a la democracia, son más propensos a la debilidad institucional, y por ende, a la falta de atención a la problemática del crimen organizado transnacional (COT). En estas naciones, las organizaciones criminales trabajan principalmente en dos niveles: uno estructurado en lo local; y otro transnacional y más complejo para suministrar los ilícitos demandados en el primero (Miraglia, Ochoa y Briscoe, 2012). Esto suele afectar también a los estados desarrollados en la región, lo que enfatiza la necesidad de una mayor cooperación a través de apoyo financiero e institucional desde los desarrollados, hacia los que están en transición (Giraldo y Trinkunas, 2010).

 

Desde los 90, el COT se ha intercalado con otras actividades delictivas como el terrorismo, en esencia, porque ambos tipos de organizaciones ahora buscan mayor influencia política transfronteriza, lo que requiere participar en actividades delictivas de bajo perfil en más de un país (Makarenko, 2004). Contener tanto al COT como al terrorismo exige perseguir más eficientemente aquellos delitos en los que se produce el intercalado, como el lavado de dinero, el fraude financiero o de documentos, varios tipos de contrabando, etc. (ibíd).

 

El eje del combate multilateral al COT se basa, en buena medida, en la Convención de Naciones Unidas contra el mismo, también conocida como la Convención de Palermo, Italia (2000). Si bien la Convención fue el primer reconocimiento formal del COT como problema que afecta a varios sectores al mismo tiempo, padece un claro defecto: la indiferencia de varios Estados para cumplir sus requisitos, en ocasiones debido a los profundos nexos entre sus gobiernos y el COT regional (CFR, Global Governance Program, 2013).

 

Otras áreas que la academia no debe ignorar son el contrabando de armas de fuego, que parece estar correlacionado con el número de homicidios en Latinoamérica; el tráfico de diamantes y otros recursos naturales que impulsan industrias multimillonarias; y el comercio ilícito de vida silvestre que afecta al medio ambiente (UNODC, 2012). En las últimas décadas, la trata de personas también se ha convertido en una lucrativa opción para el COT y, en ocasiones, en patrocinadora del terrorismo. Además de atacar la demanda de la trata dentro de los Estados, la mezcla de debilidad institucional y dificultades económicas ya mencionada, aparece de nuevo como catalizador del COT (Rizer y Glaser, 2011).

 

Los cambios tecnológicos y el uso generalizado del Internet para diversas operaciones personales y financieras, proporcionan al COT nuevas oportunidades. Por ejemplo, en años recientes, el robo de identidad y la falsificación de documentos en la Unión Europea se ha convertido en un ingreso adicional para el COT. Y dada la constante expansión del Internet y de las operaciones basadas en este, es probable que el riesgo crezca (SOCTA, 2013).

 

Además, dicho panorama cambiante (internet, globalización, transiciones económicas, etc.) ha llevado a la presencia del COT en nuevos mercados. Casos de amaño en diferentes deportes; contrabando y falsificación de medicamentos (generalmente vendidos por Internet); y grupos del COT aprovechando los nuevos flujos migratorios hacia Europa para lucrar como transporte para migrantes, o bien, para reclutar perfiles. Todo ello se ha detectado en años recientes y es un indicador de la adaptabilidad del COT (ibíd).

 

El COT cambia con el paisaje. Por ello, uno de los principales objetivos de la academia debe ser enfocarse en entender mejor el comportamiento del mismo, y en la detección de otras áreas de “peligro”. Esta breve introducción al COT post-Guerra Fría, en sus partes I (https://bit.ly/2HoDIFo) y II, enfatiza algunos de los problemas actuales de su combate (falta de coordinación institucional), pero también menciona sus catalizadores (globalización). El COT cuesta miles de millones de dólares anualmente a los Estados y pone en peligro la vida de sus eslabones más débiles que, por necesidad, ignorancia o engaño, caen en sus redes.