Más que una opinión, respecto a lo conveniente que resulta invertir en producción de petróleo y no en construir una refinería, el subsecretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera, compartió al Financial Times una decisión de Gobierno desde lo que creía era su facultad de resolver cómo gastar los recursos públicos.

Lo que el doctor Arturo Herrera dijo al Financial Times fue que no autorizarían la construcción de la refinería en Dos Bocas, Tabasco, hasta que ellos, los funcionarios que le entienden al tema financiero no tuvieran una cifra final que no superara los ocho mil millones de dólares originalmente presupuestados.

La entrevista con Herrera de inmediato apreció al peso y bajó las tasas de interés, sobre todo porque adelantó un mejor uso para esos recursos en exploración y producción de petróleo.

No es una receta de los neoliberales, ni tampoco es una imposición de las calificadoras, como lo han repetido los bots de la #redAMLOVE; es simple sentido común pensar que si hay recursos disponibles es mejor invertirlos en evitar que se caiga la casa petrolera.

Ciertamente ni Herrera ni su jefe, el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, se mandan solos. Ambos están en el organigrama debajo de aquel personaje que se sometió al escrutinio de los votos y que, en el caso de Andrés Manuel López Obrador, obtuvo una victoria con más de 50% de los sufragios.

Pero tanto Urzúa como Herrera y el resto de los funcionarios públicos fueron contratados para tomar decisiones en las áreas donde se supone son expertos.

No hay duda que en Hacienda están verdaderos especialistas en la materia, a diferencia de las carencias evidentes de otros funcionarios, como el caso específico del sector energético.

Pero también está claro que los expertos que despachan en Hacienda no están obligados a lo imposible. Tienen el mandato de mantener la estabilidad macroeconómica del país y al mismo tiempo de dotar de recursos al Gobierno federal para cumplir con una muy ambiciosa y poco clara agenda de gastos.

El temor que dejó ver Herrera frente al diario británico especializado en finanzas es que la famosa refinería cueste más que los ocho mil millones que repite irreflexivamente el propio Presidente. Los expertos calculan el doble del costo y al menos el doble del tiempo para que se pueda construir.

Este tipo de presiones y de confrontaciones con los expertos de Hacienda habrán de incrementarse en la medida en que la terca realidad se encargue de demostrar que no va a alcanzar para cumplir con los sueños de gasto del Ejecutivo.

Y es entonces cuando los expertos de Hacienda deberán tomar una decisión: o cierran los ojos y dejan que las finanzas públicas se descompongan sin control o, bien, dan un manotazo sobre la mesa y se oponen férreamente a los proyectos absurdos, bajo el riesgo de ser despedidos.

Y más allá de que ellos se encarguen de su propia reputación, lo que hoy importa es que si no hacen valer su voz, habrá más motivos para la desconfianza.