Tormentas como el Brexit crean vacíos

Antes de su presidencia, usted era una activista pro-DDHH y una académica. ¿Qué la llevó a la jefatura del Estado?

En 1997, yo era vicecanciller de la universidad Queen’s en Belfast, Irlanda del Norte. Ese mismo año, la entonces presidenta de Irlanda, Mary Robinson, anunció que no buscaría la reelección por otros siete años en el cargo. De ahí, los dos principales partidos de Irlanda, entonces aliados formando la coalición gobernante, me ofrecieron ser su candidata. Pero lo más interesante fue esto: competí y gané la presidencia de la República de Irlanda, pero no tuve derecho a votar en esa elección por haber nacido en Irlanda del Norte.

Por lo mismo, una de las grandes tareas para mi fue construir puentes entre las distintas partes de la isla, ya que la historia nos había enemistado entre norte y sur. La presidencia era el espacio ideal para alguien que quisiera operar dentro de ese espacio moral y de exhortación para intentar que los irlandeses seamos un poco mejores.

Por primera vez en la historia de México, la proporción de hombres y mujeres en el Congreso es prácticamente 50-50. Esto debido a que la Reforma Política del Pacto por México, promulgada en 2014, estableció que 50% de las candidaturas al Congreso deben ser para mujeres. ¿Qué piensa de este tipo de leyes?

Creo que esas leyes son buenas. Y si llegasen a funcionar en el largo plazo, se volverían redundantes e innecesarias. Pero la realidad es que el potencial de las mujeres ha sido retenido durante siglos. Por ejemplo, no han pasado más de 80 o 90 años desde que la Universidad de Cambridge (Inglaterra) permite a mujeres estudiar en sus aulas. Para deshacer ese tipo de trabas, en varias áreas de la vida pública, yo sí creo en las cuotas y en el 50-50.

He escuchado a muchos políticos decir: “Sí queremos 50-50, pero no encontramos mujeres que quieran participar en política”, a lo que yo siempre contesto: “¿Pues dónde buscaste?”, porque si a mi me preguntaran, les puedo decir de inmediato 10 o 15 nombres. En el Parlamento de Irlanda, las mujeres solo son el 20 %, y es una tontería injustificable.

El matrimonio igualitario va avanzando en varios países, incluyendo México e Irlanda. Sin dejar de lado que faltan naciones en reconocer este derecho, ¿cuál cree que debería ser la próxima conquista social del movimiento LGBT+?

A cada acción, hay una reacción. Y lo mismo pasa con los derechos LGBT+. En varios países, la resistencia al matrimonio igualitario sigue siendo muy fuerte. Pero diría que falta reforzar el aspecto educativo desde las religiones. Por ejemplo, en Irlanda, un país en su mayoría católico, el “sí” ganó abrumadoramente en el referéndum de 2015 sobre matrimonio igualitario.

Si bien 5 de cada 7 personas en el mundo dicen pertenecer a algún sistema de fe religiosa, muchos de esos sistemas son endémicamente homofóbicos. Miles de escuelas religiosas en el mundo demandan un supuesto derecho a no enseñar la verdad sobre la sexualidad humana para enseñar solo su versión del tema, y eso se tiene que acabar.

¿Qué le ha faltado a Conservadores, Laboristas y a la Unión Europea, en el proceso del Brexit? ¿Por qué existe la sensación de que las élites políticas británicas y europeas no están protegiendo los intereses de la gente?

Brexit está provocando que la política británica se coma a sí misma. La fragmentación que produce, y la falta de dirección que revela, dañan al Reino Unido. En Irlanda, claro que estamos preocupados por la frontera, pero el Brexit también reconfiguró el argumento de una Irlanda unida, ya que el Norte votó por permanecer en la UE. Nuestra historia con el Reino Unido no es del todo buena, ya que es una entre colonizado y colonizador, pero en décadas recientes la relación había mejorado. Brexit, sin embargo, la trastocó y hoy estamos consternados.

Por otro lado, creo que el Parlamento británico aún no sabe qué quiere realmente. Hay negociaciones no resueltas dentro del Partido Conservador y del Laborista. Las tormentas como Brexit no son sanas porque crean vacíos, y la política odia los vacíos y siempre busca llenarlos. El tipo de cosas con lo que lo hace, como la derecha antinmigración y el patrioterismo exaltado, me preocupan.

La Unión Europea es un contrapeso liberal ante el autoritarismo chino y ruso. Sin embargo, hoy se cuestiona la idea de Europa como comunidad política. ¿Cómo relanzarla para las nuevas generaciones?

Es de las cosas que hemos aprendido con Brexit: no podemos dar por sentado que cada generación va a entender la gran aventura que ha sido defender la democracia. Entre más nos alejamos de los horrores inmediatos que impulsaron su creación, más importante resulta crear y recrear la idea de Europa; pero esta también debe entregar resultados para que sus valores estén para siempre impregnados en los europeos.

¿De dónde sale la Unión? De un panorama de enorme miseria humana durante la primera mitad del siglo XX. Y sin embargo, solo una idea como esa pudo hacer aliados exitosos a los viejos enemigos Francia y Alemania, mismos que, por cierto, hoy son el pilar de organización. La mejor asociación política y democrática que la humanidad ha visto; eso es la Unión Europea.

En 2015 se cumplieron 40 años de las relaciones diplomáticas entre México e Irlanda, y ese mismo año, el valor de nuestra relación bilateral alcanzó los 1.8 mmdd. ¿Cómo evalúa la relación entre nuestros países?

Creo que México e Irlanda encajan muy bien. Dos países geográficamente distantes que, sin embargo, tienen muchos lazos. Pienso en el Batallón de San Patricio que defendió a México durante la guerra con los Estados Unidos, y cuyo monumento visité como presidenta en 1999.

Además, ambos fuimos pueblos colonizados que entienden bien lo que es estar bajo impedimentos impuestos desde la fuerza militar o política. Claro que no todo lo que dejaron los colonizadores fue negativo, pensemos en edificios bellos y en algunas estructuras burocráticas, pero su esencia de subyugar pueblos era malvada.

Irlanda es una de las economías más globalizadas y tecnificadas del mundo y, como México, creemos en el poder de la educación como “boleto de salida” de la pobreza y la falta de oportunidades.

LEG