Además de la típica del sombrerudo, bigotón, envuelto en un sarape, hay diversas imágenes de México en el exterior.

Una es la de los mexicanos como gente feliz que gusta de las fiestas y ejercita el buen humor. El índice “Happy Planet” de la encuestadora Gallup coloca a México como un país ostensiblemente feliz, con una calificación de 7.5 sobre 10.

Pero la imagen de felicidad contrasta con la de México como un país altamente corrupto y violento.

Los medios informativos suelen hacer públicas las condiciones de violencia que prevalecen en el país, y ni como refutarlos.

En enero de 2017 se registraron 2 mil 186 homicidios intencionales; en enero de 2018 fueron 2 mil 632, y en enero pasado la cifra del INEGI ascendió a 2 mil 928.

Las condiciones de inseguridad han obligado a algunos gobiernos a advertir que viajar

a México es peligroso. Se recomienda no transitar de noche por las carreteras mexicanas; no confiar en los taxistas, y de preferencia abstenerse de visitar zonas de alto riesgo como Guerrero, Michoacán y Tamaulipas.

Toca a los representantes oficiales apostados en el extranjero contrarrestar esa mala fama. Difícil labor. Tienen que promover una imagen positiva, cuando las desapariciones, balaceras y asaltos están a la orden del día.

En México pueden pasar décadas para que un homicidio se esclarezca, y los índices de impunidad son altísimos.

Uno supondría que, dado que a los diplomáticos les corresponde dar la cara por México, estos deberán estar bien equipados para cabildear, pero por desgracia no es así. A la Secretaría de Relaciones Exteriores de hecho se le asignó un 5.2% menos de presupuesto para este año, y a nuestros agentes se les restaron prestaciones.

Con todo, las labores de protección a los mexicanos en el exterior se realizan con buena disposición, y los funcionarios siguen defendiendo con bizarría la imagen de México como un país que es digno de ser visitado y en el que se puede invertir.

Se anunció por otra parte la inminente desaparición del Consejo de Promoción Turística (CPTM) y de ProMéxico, el órgano encargado de promover el comercio y las inversiones en nuestro país. Es de suponer que esas tareas recaerán también en las embajadas y consulados, aunque con menos dinero y menos personal, en vista de los recortes presupuestales.

Hace algunos días, se manifestaron ya los estragos de la política de austeridad en el exterior tras la mísera presencia de México en la Feria Internacional del Turismo de Berlín. El pabellón mexicano que en ocasiones anteriores impresionaba por su exuberancia, esta vez se vio desolado, sin chiste, no a la altura de la novena potencia turística en el mundo.

Tanta fue la vergüenza del Secretario de Turismo, Miguel Torruco, que anunció la próxima creación de un organismo público-privado que se encargará de la promoción turística.

¿O sea, se creará una entidad que hará las mismas labores del CPTM, pero antes se liquidará al actual CPTM? ¿Se les asignarán a las misiones diplomáticas las tareas de promoción turística, en tanto se crea otro consejo de promoción turística?

Vaya locura.