La oposición, principalmente el PAN y lo que queda del PRD, se dio a la tarea de tomar como referencia los primeros 100 días de Gobierno para cuestionar que no había cumplido las promesas de campaña, Andrés Manuel López Obrador.

Un Presidente que trabaja por lo menos 16 horas diarias, los siete días de la semana, es cuestionado por no hacer más de lo que a la disminuida oposición se le antoja que debe hacer.

Desde luego que son muchas las tareas de un Ejecutivo; sin embargo, los partidos más críticos, el PAN y el PRD, no pudieron llevar a cabo la única tarea que les correspondía concretar en esos cien días: ser oposición.

Porque ni el PAN ni el PRD han intentado siquiera convertirse en contrapeso político. Han dejado de ver hacia adentro, que es donde están las causas de esa gran derrota que ahora destila más resentimientos que ideas.

La única tarea que debieron emprender el PAN y el PRD era sanar heridas, reestructurarse, pero prefirieron la crítica a la autocrítica. Pareciera como si un boxeador en la lona cuestionara a su adversario por no saber conectar un gancho al hígado.

La oposición cuestiona sin sentido cuando debió darle validez a sus críticas obteniendo un mayor peso social, pero la sociedad y la población nunca les importaron, sólo les interesó el votante un par de meses antes de las elecciones. Ahora ven las consecuencias de su falta de visión y, sobre todo, de responsabilidad.

Ante esta panorámica, los opositores en las cámaras se quejan de que no se les hace caso.

Pero en esos recintos sólo tienen el derecho a ocupar los espacios que obtuvieron en las urnas. No pueden tener más peso del que le dieron los electores. Sin embargo, exigen que el Gobierno voltee a verlos, que tome en cuenta sus sugerencias, que se dobleguen ante las críticas, cuando no se preocuparon por obtener fuerza en los comicios.

La situación de la oposición raya en el absurdo ante una crítica feroz que exige mayores espacios cuando en realidad tiene los que le corresponden únicamente, y éstos son muy pocos. No hay contrapeso en el Legislativo, carecen de base social, sus partidos están en quiebra, sus líderes carecen de credibilidad. Esto representa un panorama negro para una oposición que en lugar de ver hacia adentro, con autocrítica, insiste en creer que todo
está bien al interior de sus organizaciones y ante esta base sin sustento, cuestiona al Gobierno federal logrando sólo desgastarse más.

La oposición tiene derecho a criticar, pero cuando esa oposición tiene en sus críticas los argumentos suficientes y en sus líderes la solidez necesaria para que pueda llamarse oposición. Mientras esto no suceda, sus cuestionamientos ante los cien días, los 10 meses o los seis años carecerán de trascendencia. Deben trabajar en su reconstrucción y en la refundación de sus fuerzas.

Ante esta gran derrota electoral, el PRI ha sido el único que muestra cierta preocupación por renacer. Los demás parecen disfrutar su agonía.