La Guerra del Futbol centroamericana de 1969, pudo tener su secuela en el norte de África 40 años después.

Si el conflicto entre Honduras y El Salvador tuvo como detonante el pase al Mundial de México 1970 (aunque, obligatorio reiterarlo, desde antes de la eliminatoria ya existían severas tensiones), Egipto y Argelia también estuvieron cerca de un episodio bélico tras disputar su pase a la Copa del Mundo.

Otro punto en común fue la manera en que sus respectivos gobiernos inflamaron el odio hacia el rival deportivo. Visto en retrospectiva, acaso tanto Hosni Mubarak (para ese momento con 28 años en el poder) como Abdelaziz Bouteflika (acumulaba veinte años de mandato), entendían esa calificación a Sudáfrica 2010 como aliado para aferrarse a esa presidencia que habían convertido en trono.

Más allá del balón, su enemistad venía de lejos: los africanos del norte nunca perdonarán a egipto haberse opuesto en los años cincuenta a la descolonización de áfrica; de hecho, hubo un equipo argelino que hizo giras recaudando fondos para la independencia de su país, mismo que no fue autorizado a pisar El Cairo. En términos deportivos, la rispidez ya brotó rumbo a Italia 1990, cuando la selección de los Faraones terminó por imponerse, en medio de un estadio que vio más patadas que remates a puerta.

Así que en 2009, cuando las dos selecciones estaban igualadas en todo tras la fase de grupos y se hizo imprescindible un cotejo de desempate, la política no tardó en intervenir. Discusiones para definir sede, negativa a darse la mano ante las cámaras, arengas patrioteras como si en vez de un cupo mundialista se jugara la soberanía del país.

Argelia se impuso 1-0 y, de inmediato, Alaa Mubarak, hijo del dictador egipcio, tocó tambores de guerra: “¡Tenemos que levantarnos! Todo aquel que nos insulte tiene que ser golpeado en la cara”.

Se asegura que si Egipto hubiese calificado, Hosni Mubarak hubiese sobrevivido en el cargo a la llamada Primavera Árabe. En contraposición, en pleno 2019 Abdelaziz Bouteflika continúa gobernando Argelia y ha desatado manifestaciones masivas por no cumplir sus promesas de dejar el poder.

El clímax ha sido este fin de semana, en uno de los derbis de Argel, cuando aficionados del USM y el Paradou se unieron en las gradas para cantar en su contra (como, una década atrás, los de Al-Ahly y Zamalek contra Mubarak). Equipos que en los últimos años vieron sus estructuras transformadas tras las regulaciones enviadas por el propio presidente, para que su capital fuera controlado por personas afines al régimen.

Las especulaciones no son más que eso, pero mientras vemos a cientos de miles protestar apenas en 2019 contra Bouteflika y recordamos lo lejos que queda la presidencia de Mubarak, es inevitable conceder: acaso convirtieron en política esa eliminatoria para Sudáfrica 2010, porque más que la calificación mundialista se jugaban su continuidad, porque sabían que en realidad lo era.

Twitter/albertolati

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