Diego de Velázquez pintó en el año 1656, Las meninas, su penúltimo cuadro que representa a la infanta Margarita rodeada de una pequeña corte, en una estancia que formaba parte de las habitaciones reservadas en el Alcázar de Madrid para el príncipe Baltasar Carlos, niño heredero al trono que murió en 1646, decorada con cuadros que cuelgan en la paredes, incluyen una versión de Palas y Aracne de Rubens y La metamorfosis de Ovidio, pintados por el discípulo y yerno de Velázquez, Juan Bautista Martínez del Mazo.

La información más pormenorizada sobre el cuadro la tenemos gracias a Antonio Palomino quien publicó sus notas en 1724 en el Museo pictórico y escala óptica, titulado El parnaso español pintoresco laureado.

Numerosas investigaciones sobre Velázquez y Las meninas citan estas notas biográficas de Palomino, recogidas de los escritos de Juan de Alfaro, un pintor que había sido discípulo de Diego de Velázquez en los últimos años de su vida. 

Además de los datos de Palomino por diversos inventarios del Alcázar – el primero de ellos hecho en 1666 y hasta los registrados hasta 1770 – podemos saber que el cuadro se titulaba Retrato de la señora emperatriz con sus damas y una enana. En 1734 se le mencionaba sólo como La familia del rey Felipe IV. Fue hasta 1843 cuando el cuadro se le asigno el titulo actual de Las meninas, el responsable de tal designación se llamaba Pedro de Madrazo. Responsable del catálogo del Museo del Prado.

Hasta ahí todo es concreto, real, certero. Sobre el cuadro que Diego de Velázquez tardó cinco años en pintar, entre príncipes, enanos, bufones, ujieres y animales domésticos. A partir de la descripción, inician las teorías, historias, novelas, sobre qué hacen las figuras o por que razón se ha formado el grupo.

Las meninas, tenidas en cuenta como la teología de la pintura según Luca Giordano. Théophli Guatier, en 1882 lanzó su pregunta famosa ¿Dónde está el cuadro? Hoy como dice Fernando Marías están consideradas tanto una obra maestra sin discusión, como un campo paradigmático de discusión metodológica para la crítica del arte, de la imagen y la visión, la historiografía artística, y la epistemología.

Así en el cuadro, en el centro del primer plano tiene a la Infanta Margarita María, quien está siendo atendida, por dos meninas; la de la izquierda es María Agustina Sarmiento, quien le ofrece de beber agua en una jarra de terracota (que se cree provenía de Oaxaca, el barro de terracota era un regalo para nobles en Europa), la del otro lado es Isabel de Velasco. En el ángulo derecho están los enanos María Barbóla, alemana muy rica y el italiano Nicolás Pertusato.

Personajes que nos recuerdan que los bufones eran algo más que locos con permiso y que los enanos se habían instalado en la Corte; en el plano medio están doña Marcela de Ulloa, señora de honor, y el guardadamas Diego Ruiz de Ancona; tras ellos y en ese personaje, en cuyo codo está marcado el punto de perspectiva del cuadro, en la puerta llena de luz, tenemos a José Nieto, aposentador de la reina. A la izquierda domina un gran lienzo ante el que se encuentra el pintor; en la pared del fondo, hay un espejo, ahí pueden apreciarse las imágenes de los reyes Felipe IV y Marina de Austria. 

Michel Focault las pondría de moda en los estudios epistemológicos en 1966, a partir del ensayo dedicado al cuadro en Las palabras y las cosas.

A partir de esa fecha, miles de estudios se escribieron sobre la interpretación de Las meninas, resaltando su realismo, lo ilusionista, la importancia de lo sacro, lo anecdótico, incluso, llegan a decir que el cuadro dominó al artista, y él sólo se habría limitado a registrar magistral, pero pasivamente, un acontecimiento, como un notario que da fe de hechos.

Su intervención se reduciría a la de sus órganos perceptivos y a sus diestras manos, intermediarios físicos entre la realidad y la imagen plasmada. Otros textos han recreado la escena, basándose en la geometría y demás saberes aplicados al cuadro. Los divertidos y doctos escritos de Brown, Zemer, Joel Znyder, Jhon Moffit, Fernando Marías y muchos más. Pintores como Picasso, Dalí, Saura, Gironella y el equipo Crónica no han podido superar las ganas de reinterpretarlas.

Las meninas se tiene como punto central de una interpretación del siglo XVII con óptica posterior. Del cuadro parten sesudos análisis de la vida cortesana peninsular de entonces. Sabemos que allí hay algo más representado que esa niña de cinco años -predestinada para ser emperatriz- producto del segundo matrimonio de Felipe IV de 44 años, con su sobrina la nueva reina de 14 años.

Imágenes de Austrias empeñados en estrategias de derrotas, a los que se les deberá soportar ñoñerías y desplantes. Las miradas que ofrecen Las meninas están rodeadas de enanos gentiles de rostros inquietantes y un mastín, reflejo de la fiereza domada, que es la duermevela entre la línea de la ficción y realidad de la representación de la vida cotidiana.  

Si en el Quijote, Cervantes trazó la aventura de la novela dentro de la novela, en Las meninas, Velázquez ensayó el cuadro dentro del cuadro, lo circunstancial de la mirada que nos permite apreciar lo invisible de lo visible.

TFA