Otra “consulta” del presidente. Otra vez fuera de la ley. Y otra vez sin el mínimo rigor procedimental que amerita la democracia participativa. La “consulta” por la termoeléctrica en Huexca, Morelos, contó con boletas quemadas en Amilcingo; casillas destruidas en Temoac; el asesinato de un activista en contra del proyecto días antes; el “” de solo 1.7 % de los ciudadanos elegibles en Morelos, Puebla y Tlaxcala; y, al igual que con las “consultas” del NAICM y el Tren Maya, faltaron boletas infalsificables, acceso a la lista nominal para evitar que se “inflen” los votos, y transparencia en el resguardo y conteo de los mismos.

Si bien en 2014 López Obrador comparaba la termoeléctrica de Huexca con “un basurero tóxico” y denunciaba sus peligros ambientales, ya en el poder, cambió de opinión y advirtió que votar en contra sería tirar a la basura 25 mil millones de pesos de los mexicanos (razonamiento que, extrañamente, no usó ante la mayor pérdida que traería la cancelación del NAICM). Asimismo, la más reciente “consulta” del presidente puso en entredicho al coordinador de los diputados federales de MORENA, Mario Delgado, que en noviembre prometió que las “consultas” subsiguientes ya no se harían fuera de la ley.

Hay varias formas de analizar estas “consultas”. Algunos dirán que el presidente es un demócrata socialmente sensible y que ello explica su gusto por el método; otros, que son meros simulacros electorales para mantener “calentando” a su base más leal de votantes. Hay, sin embargo, otro enfoque interesante: la lógica populista de los referéndums.

Según Jan-Werner Müller, profesor de política en Princeton y autor de “¿Qué es el populismo?” (Penguin, 2017), los populistas “no buscan un proceso abierto de ciudadanos deliberando entre ellos; cuando llaman a un referéndum, es solo para que las personas puedan confirmar lo que (ellos) ya han identificado como la única voluntad auténtica de las personas” (London Review of Books, 2016). Este ejercicio simbólico, agrega Müller, es para que los populistas reafirmen, primero, quién sí es pueblo “auténtico” y quién no; y segundo, su disgusto por las instituciones intermediarias entre ellos y ese pueblo “auténtico”.

Sobre el primer punto, Müller no se anda con rodeos: los referéndums constantes (y yo agregaría, fuera de la ley) son riesgosos porque “los populistas siempre pueden darle la espalda a la gente y decir ‘estamos haciendo lo que dijiste, autorizaste esto; si algo sale mal, no es nuestra culpa’” (¿Qué es el populismo?, 2017). Y abrir esa oportunidad para los pretextos, en una democracia representativa como lo es México, significa quitarle responsabilidad al gobernante y a su partido sobre las decisiones políticas o económicas que toman.

Y sobre el segundo punto, yo advierto: saltarse y desdeñar sistemáticamente a las instituciones intermediarias como el INE al momento de realizar “consultas”, puede facilitar el camino para que alguien a quien no le agraden estas, proponga organizar las elecciones desde el gobierno del “pueblo” y no desde la imparcialidad, igual que en el apogeo priista.

@AlonsoTamez