Peor que sufrir goleadas a manos del acérrimo rival, es acostumbrarse a ellas.

En alguna época, cada vez más remota, el Real Madrid habría podido insistir que fue superior en los 180 minutos de la eliminatoria, que llegó más y mejor al arco rival, que tuvo más volumen de juego y profundidad, que son cosas del caprichoso futbol. Hoy, hacerlo sólo ensanchará la herida: a últimas fechas, ni jugando bien ni jugando mal, los merengues compiten al coincidir en la cancha con el Barcelona.

Esta vez sí, ni duda cabe, la sombra de Cristiano Ronaldo obscureció al césped del estadio Bernabéu. Si algo caracterizó a aquel Madrid, era la pegada, el necesitar muy poco para obtener demasiado, el encontrar el gol ya por algún pacto con el diablo, ya por el peso de la camiseta, ya por alguna jugada bien consumada. Todo lo contrario, este equipo requiere de muchísimas llegadas para manifestarse en el marcador.

No apareció Messi ni fue necesario que lo hiciera, talento ahorrado para cuando de verdad se ofrezca –¿o alguien duda de que, de haberse puesto difícil el cotejo, el genio de Lionel hubiese emergido?

El problema del Madrid resulta en especial complejo. Su plantel envejeció tan de súbito, su futbol se oxidó tan de repente, sus rutinas pasaron del atrevimiento al aburrimiento tan de pronto, que hoy es difícil saber quiénes deben seguir para la próxima temporada.

Lo explicamos en alguna columna anterior: los blancos tuvieron la inmensa suerte den haber escuchado providenciales alarmas incluso en plena coronación europea; del cuadro que levantó la Champions en Cardiff en 2017 al que lo hizo en Kiev en 2018, las diferencias eran evidentes. Un futbol sostenido por frágiles alfileres, que bien podían ser los goles de Cristiano Ronaldo, capaces de disimularlo todo. Arrancados esos alfileres, hoy el Madrid tiende a olvidar hasta su nombre.

Que Karim Benzema, tan fino violín, nunca goleará a ritmo de depredadora percusión. Que Gareth Bale, tan portentoso atléticamente cuando sus lesiones lo permiten, no es material de Balón de Oro y acaso ni siquiera del once ideal de la liga española, ya no sé si de titularidad. Que la otrora mejor media del mundo, Modric-Casemiro-Kroos, ya ha de dar paso a algo diferente. Que en la banca no hay soluciones. Que Vinicius es un interesantísimo proyecto, mas no el responsable de sacar a un gigante del atasco (pienso, no sé por qué, en la alucinante imagen de esta semana de una ballena varada en el Amazonas). Que el Barcelona no ha dejado de remodelar su plantel (Dembele, Coutinho, Arthur, Vidal, Langlet, Boateng), al tiempo que el Madrid se guarda el dinero para mejorar su estadio y sólo invertir en algún peso pesado hoy no disponible (como Neymar o ese Mbappé al que tuvo en la mano y, hoy no se explica cómo, dejó huir).

¿Con qué cara enfrentarán los merengues el nuevo Clásico de este fin de semana? Con la única que pueden tener hoy: de vergüenza, ante una nueva goleada en casa.

Twitter/albertolati

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