“No hay guerra. Oficialmente ya no hay guerra. Nosotros queremos la paz. Vamos a construir la paz”, ésas fueron las palabras del Presidente a finales de enero en su conferencia matutina en Palacio Nacional.

Más allá de los términos, que si era combate, cruzada o guerra, Andrés Manuel López Obrador hizo el anuncio oficial del término de una estrategia que de facto llevó a México a una de las peores matanzas desde tiempos de la Revolución.

En aquella ocasión, el mandatario también enfatizó lo que había venido diciendo con claridad desde la etapa de transición: el objetivo de su esquema de seguridad no será la persecución de los grandes capos, sino la delincuencia común.

“Ya no es la política de los operativos para detener a capos. Lo que buscamos es que haya seguridad y que podamos disminuir el número de homicidios diarios”, aseveró el tabasqueño.

¿Por qué son importantes este par de mensajes? Por lo que sucedió el viernes pasado cuando el Presidente visitó Badiraguato, Sinaloa, la llamada “cuna del narco”, donde han nacido al menos una docena de jefes narcos, la tierra del Chapo Guzmán y un lugar que es la puerta al conocido Triángulo Dorado, donde la mariguana y la amapola parece que tienen su denominación de origen. El sitio donde -dicen los sinaloenses y la historia- inició la Operación Cóndor en la década de los 70.

¿Se requieren más elementos simbólicos para darle el peso que se merece a la visita del Presidente a ese lugar?

Según información de seguridad estatal que llegó hasta un servidor, desde un par de semanas antes de la visita de AMLO a ese lugar, el titular del Centro Nacional de Inteligencia, antes Cisen, el general Audomaro Martínez, ya se encontraba preparando el terreno.

Al final el evento de López Obrador se llevó a cabo en el Parque Alameda, un lugar abierto rodeado por álamos a la orilla de un río y donde convergen cientos de pequeños caminos que bajan de la sierra del Triángulo Dorado.

La presentación de López Obrador se realizó bajo un muy discreto dispositivo de seguridad, sin la presencia visible, por ejemplo, de elementos de la Marina –que en Badiraguato es una de las instituciones a la que más se tiene respeto– y tampoco de la Policía Federal, y mucho menos de elementos municipales. Una patrulla estatal ocupada por tres uniformados se aparcó muy lejos del lugar, y agentes vestidos de civil vigilaban entre la gente.

Sin mencionar su nombre –en Badiraguato es un secreto a voces–, López Obrador se refirió a Joaquín el Chapo Guzmán diciendo: “¿Qué dice la Biblia? Que no hay que emitir juicios temerarios. Y ¿qué otra cosa dice la sabiduría? Que no se puede hacer leña del árbol caído”.

Aprovechó también para asegurar que el mexicano, el ser humano, no es malo por naturaleza, y que los sueños de hoy van a ser las realidades del mañana. En el marco de la muy posible aprobación de la Guardia Nacional, el Presidente se metió a Badiraguato a llevar un mensaje, que la confrontación ha terminado y que su estrategia se centrará no en los capos, sino en la llamada delincuencia común que, de acuerdo a cifras del Observatorio Nacional Ciudadano, concentra 90% de los delitos en México.

En el baúl. Hablando de las estancias infantiles y el cambio en el esquema para manejar los recursos, López Obrador visitará Hermosillo, Sonora, en marzo próximo. Los padres de los 49 bebés que murieron en 2009 en una estancia infantil operada por familiares de los Calderón Zavala aún están a la espera de un golpe de timón del mandatario en el caso. Y se mantienen insistentes en que por lo menos se agende una reunión a su llegada.