Como estela del pánico por la salida de Cristiano Ronaldo a la Juventus, otra noticia revoloteaba cual zopilote ese mismo verano en torno al estadio Bernabéu: que el poderoso club de Turín también tenía en sus manos la incorporación del lateral Marcelo.

Apenas un par de meses antes, Jürgen Klopp cometió la imprudencia de aseverar, previo a la final de Champions de su Liverpool ante el Madrid, que el lugar idóneo para dañar a los merengues era la banda desprotegida por el bohemio Marcelo.

Nada nuevo ni en ese instante ni en alguno de los años en que el brasileño (5 de los últimos 7) fue elegido mejor defensor izquierdo del mundo por la FIFA: tanto ataca él –o, en su momento, Roberto Carlos y Cafú, o mucho antes el pionero carioca de ese descaro desde la retaguardia, Nilton Santos– que algún precio se ha de pagar.

Puestos a elegir, pensábamos mientras Klopp abría esa guerra psicológica, más grave para el contrario es ver venir a Marcelo, que para el Madrid asumir que se le atacara por ahí. Pues así era y ya no es.

Desde que concluyó la Copa del Mundo, en la que no logró en específico una actuación memorable, el otrora mejor lateral es mucho más un problema para los suyos que para los opuestos.

¿Qué le sucede? ¿Es posible que semejante forma futbolística pueda diluirse en tan pocos meses? ¿Alguna cuestión física o mental la imposibilitan?
La feligresía blanca ha pasado de persignarse por sólo pensar que Marcelo pudiera acompañar a Cristiano a la Juve, a hacerlo si le ve de inicio.

 

Distraído, con aparente bajo compromiso, corriendo a un tiempo ajeno al del futbol de élite, tan poco productivo arriba como desbordable abajo. Hoy sí, y de ninguna forma a fines de mayo pasado, Klopp acertaría: el Madrid tiene un problema con él.

Tanto, que un muchacho de cantera como Sergio Reguilón, le ha ganado el puesto; no obstante, llegado el clásico de este miércoles se apostó por la experiencia de Marcelo y volvió a ser víctima fácil de quien deseara transitar por su territorio (más allá de que la prensa española le señala por displicencia en el gol barcelonista).

Resulta difícil identificar el final de un ciclo. Por muchos años, la vía más pronta de desequilibrio del Madrid, iniciaba en sus pies y terminaba en los de Cristiano. El portugués se ha ido dejando un inconmensurable vació; el brasileño se fue metafísicamente y, como cuando incorpora al frente, sin avisar si retornará.

Twitter/albertolati

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