Un manuscrito mecanografiado del libro Cien Años de Soledad (Gabriel García Márquez), con correcciones de Emmanuel Carballo, la edición andina de Inquisiciones (Jorge Luis Borges) y algunas ediciones de toda la obra de Sor Juna Inés de la Cruz son algunos de los 13,200 títulos y más de 20.000 volúmenes de la esplendorosa biblioteca personal de mi primo Guillermo Tovar de Teresa (1956, Ciudad de México), en la que también abundan los cuadros europeos y mexicanos de los siglos XVIII, XIX y XX entre los que pude ver se ubican los cuadros de una gran parte de la familia Pesado, emparentada con los De Teresa desde hace más de un siglo.

Guillermo, hábil conversador, culto, bibliófilo, historiador y coleccionista, fue nombrado cronista de la Ciudad de México en la época del expresidente Gustavo Díaz Ordaz. Murió hace unos años, y después el destino se llevó también a su hermano Guillermo Tovar y de Teresa (ex director de Conaculta en dos ocasiones). México perdió a dos baluartes de la cultura mexicana. Pues bien, la casona colonial francesa de Guillermo se convirtió en el Tercer Museo Soumaya, junto con el de Plaza Loreto y Plaza Carso (Fundación Carlos Slim). Y para los que deseen recorrer el museo que no está abierto completo al 100%, usted puede ir a visitarlo en plena colonia Roma.

Para los amantes de los libros ahí encontrará usted incunables americanos como La grandes mexicana, de Bernardo de Balbuena (1604), La Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España (de Bernal Díaz del Castillo, 1632) o La Historia de la Conquista de México (Antonio Solís, 1684), junto con las primeras ediciones autografiadas de El laberinto de la Soledad (Octavio Paz), Los recuerdos del porvenir (Elena Garro); Balún Canán, de Rosario Castellanos, entre cientos de títulos del precoz y genial Guillermo Tovar de Teresa, quien en una época no quiso salir de su casa (estaba deprimido) y otro pariente de ambos, Joaquín de Teresa y Polignac (sobrino de Rainiero y Grace de Mónaco) habló varias veces con él hasta que logró que saliera de ese delicado letargo.

Le puedo señalar querido lector, que acompañan a su colección más de mil piezas de objetos de arte. Estoy de acuerdo en que después de la colección Franz Mayer, Guillermo consiguió penetrar en diversas familias, que desde la colonia tenían resguardados objetos de gran valor artístico. Guillermo se hizo de objetos que habían permanecido hasta 200 heredándose en una familia. Si usted recorre la casa—museo ubicada en Valladolid 52 observará que está dividida en tres salas, que Guillermo las llamaba la amarilla, roja y azul, dado el color de su decoración.

En el vestíbulo pueden ver un espejo monumental de cristal poblano (I8II), de Amozoc, o el óleo del Arcángel San Rafael, obra del pintor novo—hispano Miguel Cabrera, uno de los máximos exponentes de la pintura barroca del virreinato; en la sala, una Virgen de Guadalupe de porcelana Viejo París, regalo de la Emperatriz Carlota a las damas de su cote, un grabado de la vista de la Plaza México de Ximeno y Planes (1797), así como un Pegaso de vidrio italiano azul, emblema de Ciudad de México.

Tras el fallecimiento de Guillermo, en noviembre de 2013, comenzó la ardua tarea de ordenar las colecciones de Tovar de Teresa, liderada por sus hermano Fernando y Rafael, primero llamaron a la casa de Subastas Christie’s, encargada de las que, posiblemente, sean las mayores subastas de los siglos XVIII, XIX y XX, quienes en una primera etapa, se encargaron de organizar parte de la colección del cronista; para las fotografías se apoyaron en Gregory Leroy, Para los libros se acercaron a Alicia Bardón, de la librería fundada en 1947 por Luis Bardón, cuya especialidad eran los incunables.

Años después, Fernando de Tovar y de Teresa se acercó con Carlos Slim y concibieron juntos el primer Soumaya. Lo demás, es ya una larga historia. A mi me gustaron sus libros Crónica de un patrimonio perdido y La Ciudad de los Palacios. Sí, hablo de un pariente y de un coleccionista singular. Y hasta el próximo jueves, ¡abur!