La transexualidad es un concepto que dentro de cualquier debate filosófico, político o social, ha generado múltiples posturas a través de ámbitos como los derechos humanos, la salud pública, la educación, entre otros, como consecuencia de la producción y reproducción de la violencia y la exclusión.

Según un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), 80% de las personas transexuales en América Latina tienen un promedio de vida de 35 años, mientras que México, dentro del ranking mundial, ocupa el segundo lugar de asesinatos por odio a la comunidad transexual, sólo después de Brasil.

Ante tal situación de emergencia social, Georgina Romero Gaeta, integrante del seminario Alteridad y Exclusiones de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, explicó en una conferencia realizada en el Museo de la Mujer, que para poder entender la transfobia es necesario partir de que “somos cuerpos atravesados por discursos del deber ser” pues es en el lenguaje donde se reconocen las prácticas sociales que estructuran al mundo.

La también investigadora mencionó que el discurso de género se ha regido siempre por un modelo binario (hombre y mujer), donde se excluye categóricamente cualquier tipo de diversidad que no corresponda a tal clasificación, “si vemos un cuerpo que se escapa al género nos conflictúa al grado de violentar aquello que no forma parte de lo que entendemos por normalidad.”

El problema de esas formas de vida que se consideran anormales o irracionales, es que son vidas que “valen menos, susceptibles de ser violentadas, discriminadas o asesinadas”. De tal forma que en América Latina, de enero del 2008 a septiembre del 2018, fueron asesinadas 2349 personas trans, lista que encabezan Brasil con 1238 homicidios por odio y México con 408 casos, de acuerdo a los datos proporcionados por el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, de Transgender Europe (TGEU).

Sin embargo, la investigación proporcionada por TGEU puntualiza que el número real de los crímenes por transfobia en todo el mundo puede ser mucho mayor, ya que sus datos no recolectan los casos que carecen de registro.

El sistema no ha permitido a las legislaciones vigentes en Latinoamérica catalogar el homicidio a personas trans como transfeminicidio, como se logró en otras partes del mundo, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) despatologizara la transexualidad en junio del 2018, lo que en supuesto ayudaría a mejorar la asistencia médica y jurídica de esta comunidad.

 

PL