Foto: Especial “El tiempo tiene razones que los relojes desconocen, para el tiempo no existe el antes ni el después, para el tiempo sólo existe el ahora”, escribió Saramago el 14 de enero de 1998  

Aunque a decir del propio José Saramago el Quinto Cuaderno de Lanzarote sería la última de las memorias anuales que publicaba, también prometió a sus lectores un Sexto cuaderno, que para sorpresa de todos surgió 20 años después de que lo escribió, en 1998, y a ocho años de su muerte, tras ser descubierto en su computadora.

“El tiempo tiene razones que los relojes desconocen, para el tiempo no existe el antes ni el después, para el tiempo sólo existe el ahora”, escribió Saramago el 14 de enero de 1998. Justo ahora, ocho años después de su fallecimiento, esos textos vieron la luz.

Nombrado por su editorial Alfaguara como El cuaderno del año del Nobel, ya que corresponde al diario del año en que recibió ese galardón por su Literatura, el libro surgió como una herencia a sus lectores ávidos de conocer más sobre el escritor portugués.

El cuaderno del año del Nobel congrega los textos escritos casi a diario, algunos breves como telegramas, de sólo cinco palabras, y otros más extensos, como os discursos y entrevistas que dio, o artículos que escribió para diarios o revistas.

“Puso el coche en movimiento, se marchó y me dejó pensando que cuando llegue mi hora podré irme de este mundo con la pequeña seguridad de no haber mucho mal. Al menos…”, escribe Saramago tras el encuentro con uno de sus lectores, como muchos otros de los que comparte en el texto.

También dan cuenta de las reuniones que sostuvo con amigos y colegas, y la muerte de gente cercana, como el caso de su ex esposa Ilda Reis, así como pequeños percances, sus ideologías y opiniones sobre cuestiones financieras, políticas, económicas e históricas.

Para el novelista 1998 transcurre entre las presentaciones por su libro Todos los nombres, las adaptaciones, reediciones y transcripciones de otras novelas, y la noticia sobre la entrega del Premio Nobel de Literatura, el 8 de octubre, pese a lo cual apenas dos líneas le merecieron en ese momento, y diversas anotaciones sobre entrevistas a lo largo del mes en relación con ese hecho.

“En Frankfurt, el día 8 de octubre, las primeras palabras que pronuncié fueron para agradecer a la Academia Sueca la atribución del Premio Nobel de Literatura. También se lo agradecía a mis editores, a mis traductores y a mis lectores. A todos ellos vuelvo a agradecérselo”, rememora el 10 de diciembre.

LEG