Algunas palabras y refranes se acuñaron por esta novela costumbrista del siglo XIX, escrita por Manuel Payno, quien al igual que Altamirano con El Zarco, Inclán en Astucia, Riva Palacio en Martín Garatuza describieron el bandidaje y la mentalidad popular que hicieron de algunos bandidos héroes-vengadores del pueblo resentido ante el poder con rostro de soldado, rural, policía o cualquier otro representante del orden.

Los bandidos de Río Frío son un acabado retrato del México independiente, dos son las lecciones acordes a este tiempo: la organización criminal desde las sombras del poder en la figura del coronel Relumbrón y el lenguaje que ahora aplicamos el “tlachiquero” el raspador del maguey y “huachicolero”, vendedor del pulque adulterado. De esa descripción del México decimonónico, hoy podemos afirmar que la corrupción la arrastramos de siempre y que la ilegalidad se ha cobijado en el poder, además de que contamina la vida comunitaria, hasta hacer vacíos de ilegalidad a la legalidad del Estado.

El sustantivo “huachicol” y el adjetivo “huachicolero” se acuñaron en el lenguaje nacional. La práctica del huachicoleo comenzó antes de la instalación de ductos, cuando ya se vendía gasolina producto de la “ordeña” de “pipas” transportadoras, después se instalaron las tuberías y comenzó la extracción mediante la ruptura, que fue dando origen a una organización de comercio huachicolero, hasta que el negocio llegó a ser tan rentable que generó su propia protección armada cubierta por el crimen organizado; así se destruyeron economías regionales sustituidas hoy por economías más rentables, pero más ilegales.

¿Por qué creció tanto el huachicoleo? En Payno está la respuesta: la subcultura de la ilegalidad que se gesta en la marginación social y la emergencia de una subsistencia al margen de la ley, aparte del agente contaminante que es el cabecilla o grupo criminal que ostenta riqueza sin importar el origen, y que motiva a los que dicen vivirán “un día como rey”, en lugar de una vida como “buey”.

Otra causa es el ascenso hasta las cupulas burocráticas de los “relumbrones”, como el coronel Relumbrón, personaje de Payno que simula una vida familiar y política ejemplar y secretamente, desde su poder protegen a los nuevos “bandidos de Río Frío”, sean éstos mafiosos del narcotráfico o del “huachicoleo”.

Aunque la información es lenta ante las rápidas acciones del Gobierno -algo sabemos ya por información gubernamental-, del robo, comercialización, movimientos financieros y fiscales de la riqueza que ilegalmente genera el huachicol, por lo que son investigados: empresarios, importadores, distribuidores de gasolina, servidores públicos; aparte de la revelación más reciente, la venta de petróleo crudo robado, como en los tiempos de López Portillo cuando debíamos prepararnos para administrar la abundancia, ésta era tanta en producción y precio del crudo, que millones de barriles se vendieron en el mercado libre y nunca se registraron en el presupuesto de ingresos de la federación.

Los bandidos de Río Frío cobra actualidad por su descripción minuciosa de la vida nacional y por la descarnada manera de exponer el crimen y la justicia del Estado, cuando el Presidente hace justicia al condenar a Relumbrón, el Presidente entonces, al igual que hoy, es el Estado; si ahora el Presidente hace la justicia enjuiciando a los relumbrones- huachicoleros, el pueblo lo reconocerá y la irritación por el desabasto de gasolina será sólo una anécdota.

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