Comprobado lo inabordable que es ya adquirir presente en el futbol, hoy los equipos se dedican a comprar futuro: con estrellas que fácilmente exceden los 120 millones de dólares en precio de transferencia, los clubes han optado por ofrecer hasta 30 ó 40 millones, pero a cambio de quienes todavía son meras promesas.

Sirva como ejemplo el Real Madrid, otrora tormenta recurrente del mercado: lejos de traspasos como los de Figo, Zidane, Cristiano Ronaldo o Gareth Bale (todos, en su momento, el récord del más caro de la historia), hoy los merengues se enfocan en lo que tenga menos de veinte años.

Los Brasileños Vinicius y Rodrygo como principales referencias (entre los dos, supusieron 80 millones de euros), mas también el portero ucraniano Lunin, el enigmático mediocampista noruego Odegaard o, la última adquisición, el creativo Brahim Díaz.

Ruta parecida transitan los gigantes de las demás ligas: una caza de talentos con tintes de piratería, donde quien ve primero busca colocar su bandera y asegurarse el favor del eventual crack…, en caso de que llegue a serlo, parte intrínseca de este riesgo propio de ruleta.

Eso nos lleva a lo que hoy vive Diego Lainez, sin duda el prospecto adolescente más importante de México en muchos años. Si el Betis termina por invertir 18 millones de dólares por él, será porque espera que multiplique su valoración, montado en tan particular mercado bursátil: la especulación como punto de partida, qué piernas tienden a la alta, cuáles indican que no tanto.

Sin embargo, a Lainez, como al común de los adolescentes implicados en transacciones millonarias, no se le exigirá como promesa, sino como realidad. El mismísimo estadio Benito Villamarín, sede bética, fue testigo en el año 2000 de cómo el conjunto andaluz se lanzaba a la operación más costosa de todos los tiempos: Denilson era presentado sobre ese césped, previo pago de 22 millones de euros (una nadería para como andamos hoy, aunque todo un parteaguas en ese momento).

Ese brasileño que apuntaba a mejor jugador del mundo, nunca explotó. Años después, cuando Neymar recién había fichado por el Barcelona, Denilson me platicaba en un amable diálogo que su mayor enemigo fue la expectativa.

Esa es, actualmente, la palabra medular del mercado del balón: visto que la realidad se cotiza absurdamente, expectativa es lo que se persigue.
Al París Saint Germain le salió de maravilla con Kylian Mbappe, aunque no todos tienen tan buen tino en ese juego de falsos profetas, festival del acecho al crack del futuro.

Twitter/albertolati

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