Plácido Morales Vázquez

Premio Chiapas en Ciencias Sociales 2018

Profesor titular en la Facultad de Derecho de la UNAM

Este día debía entrar en vigencia el Tratado de Libre Comercio, que por dos años se había pregonado como el paso a la modernidad, atrás quedaba el país del rezago social, la agricultura arcaica, el comercio sólo de materias primas y de manufactura para dar paso al comercio global con la apertura total a la inversión extranjera; México entraba al mundo de la competencia comercial, del crecimiento económico, del mercado global.

Pero el 1 de enero apareció el espectro del México del retraso, hablábamos ya de Norteamérica y despertamos ese día 1 de hace 25 años con Centroamérica.

El 94 del siglo pasado no sólo se anunciaba como el comienzo de la era de la modernidad, sino también habría elecciones ya en un marco de competencia, atrás quedaba el fantasma del fraude electoral del 88, esta vez habría elecciones con una ley nueva: el Cofipe, y organizadas por un organismo autónomo: el IFE, con partidos políticos financiados para la competencia, aunque la maquinaria del partido del Gobierno había preparado desde los laberintos del aparato de control a un candidato que parecía hecho para continuar la ruta trazada por el salinismo hacia la modernidad.

El salinismo había construido ya el gran proyecto del neoliberalismo modernizador, destruyendo lo que restaba del Estado social surgido de la Revolución: la modificación del artículo 27 constitucional cambió a la parcela ejidal del medio de producción comunitaria que era a la mercancía que hoy es la reforma religiosa abrió canales de participación política antes vedados a la Iglesia, y con la opaca venta de las grandes empresas estatales había creado una nueva burguesía, promovida desde el poder del Estado.

Parecía que el salinismo había llegado para quedarse, la continuidad era su candidato Luis Donaldo Colosio, pero hace 25 años “todo se derrumbó”, el EZLN una organización política-militar surgida desde las profundidades de la selva lacandona, armada y organizada a lo largo de muchos años a la sombra de la clandestinidad y al amparo de la Iglesia progresista, con una base social articulada para la movilidad y un sistema de propaganda ese sí global, disparó un cañonazo a la línea de flotación del buque salinista, con la carga explosiva de lo olvidado: democracia, justicia, libertad y la embarcación se fue a pique.

Ante el azoro del país y de gran parte del mundo apareció el EZLN, nunca antes vimos algo así, los olvidados reclamando el olvido con las armas en la mano, los líderes de este movimiento fueron maestros de la nueva comunicación cibernética, y no sólo desfondaron el barco salinista, sino también abrieron la puerta al reclamo de las minorías segregadas por las mayorías neoliberales ante quienes demostraron que en política el ingenio humano es inmenso cuando de resistencia y reclamo se trata, y también de que en la lucha política no hay enemigo pequeño.