Un terrible 3 de enero murió un gran periodista, Agustín Granados, y conservar su memoria es un acto de justicia para quien le dio a tantos su inteligencia, su solidaridad, su mal humor y su amor. Parece reiterativo escribir cada mes de enero desde hace 13 años de Agustín; pero así es el ejercicio del recuerdo, porque la memoria es regresar a lo vivido y nadie merece tanto el recuerdo como quien vivió tan intensamente como ese adorado mi Agustín Granados.

Al rememorarlo después de 13 años que el cáncer se lo llevó, es necesario decir que hoy estaría de fiesta.

Parece increíble, pero a pesar de que fue hostigado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México tras su paso como vocero de Rosario Robles en el año 2000, Agustín insistía en que el Peje era la opción necesaria para México, la más cercana al pueblo y sus reclamos.

Sin duda, tenía puntos de discordancia, agravios y críticas para con López Obrador y sus cercanos, pero hoy estaría celebrando la llegada de un nuevo Gobierno sin las siglas del PRI o el PAN.

Agustín Granados era un hombre de partido, un protagonista de la generación de 1968, un luchador comprometido con las causas justas y empeñado en un cambio para sacar de la pobreza a los más desposeídos de este país.

Él mismo representaba la cultura del esfuerzo, nacido de cuna humilde con su talento e inteligencia hizo el mejor periodismo posible en los tiempos que le tocaron hasta llegar a ser uno de los más destacados y brillantes reporteros de la televisión mexicana.

Agustín como corresponsal de guerra y cronista parlamentario tenía claras dos palancas naturales de la vida pública: el poder y la ambición. Y con ese conocimiento era capaz de conocer las intenciones y alcances de la clase política. Hoy nos hace falta para ver con visión de rayos X las motivaciones de los hombres de la cuarta transformación y sus alcances.

Su avidez y agudeza serían de gran ayuda para analizar estos tiempos de cambio en que México transita una nueva senda, porque como pocos, Agustín conocía a los que hoy son protagonistas de un nuevo Gobierno que llegó con el afán de cambiar todo lo que desde décadas había vivido este país.

En fin, extrañamos todos mucho a Agustín; sus amores Livier, Lorena y Liviercita la Gorda; sus hermanos Pepe Cárdenas, Joaquín López-Dóriga, Ricardo Rocha y Rafael Cardona; sus amigos y sus hijos de alma Julio González, Francisco Barradas, Marisa Rivera, Claudia Flores Barreto, Susana Castaneira, Lourdes Esquivel, Philippe Bac, Eduardo Salazar y sobre todo el que escribe, Néstor Ojeda, porque sin Agustín no podría explicarme el hombre y el periodista que soy, porque gracias a él y a Carlos Marín (el gran director de Milenio) estoy haciendo todos los días lo que más me gusta: las noticias.