Quienes creen que en la elección del ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se debió a la operación del consejero jurídico de la Presidencia, se equivocan rotundamente.

Y aunque la especie se ha esparcido por casi todos los medios de comunicación, la realidad es que los 11 ministros votaron “en conciencia’’, sin recibir línea.

No es que no se haya intentado influir en la decisión; de hecho, desde la reforma impulsada por Ernesto Zedillo los presidentes en turno han tratado de hacerlo, sin conseguirlo.

Los 11 ministros que integran la Corte no conforman un bloque con pensamiento unánime; todos tienen diferentes concepciones del ser y el deber ser del Poder Judicial.

Tratar de unificar a los 11 ya no en un fallo judicial, sino en una operación para dar gusto al Presidente del país es imposible.

Quienes aseguran que Zaldívar llegó a la presidencia de la Corte por “su cercanía con López Obrador’’ también traen la mira chueca.

El ahora ministro representa todo lo que no quiere López Obrador de un ministro: Zaldívar es progresista –aperturista, dicen unos-, liberal contrario al conservadurismo que ha dejado ver el tabasqueño en estos primeros 34 días de Gobierno.

El nuevo presidente de la Corte tiene buenas relaciones con ONG –algunas contrarias abiertamente a López Obrador-, con el círculo rojo y con los sectores liberales de la sociedad.

Pensar que su elección dará un giro pro AMLO a la Corte en los próximos años es desconocer la forma en que opera el Poder Judicial –que no sólo es la Corte, sino las Salas que gozan de plena autonomía- y una forma muy barata de despostillar la autonomía de éste que será el único contrapeso real contra el avasallamiento del Ejecutivo.
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El nuevo presidente de la Corte, por cierto, es el primer ministro “externo’’ en ocupar el cargo desde la reforma zedillista.

Lelo de Larrea no fue juez ni magistrado antes de llegar a la Corte.

Se dedicaba a litigar y era un abogado con un gran prestigio, lo que llevó al ex presidente Felipe Calderón a proponerlo como integrante de la Corte.
Ahora tiene ante sí el reto de reorganizar a la SCJN bajo los nuevos criterios de austeridad y el nuevo escenario político; de hacer que la Corte sea más cercana a los ciudadanos y de cuidar –y defender- su autonomía y libertad.

Nada más.

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Algún ingenioso publicó en las redes sociales que López Obrador es de los que se ponen primero los zapatos y luego los calcetines.

Y es que ni siquiera se ha debatido en el Congreso el tema de la Guardia Nacional y ya presentó ayer mismo, en su conferencia matutina, la convocatoria con la que se busca reclutar a 50 mil jóvenes para dicho cuerpo militar-policiaco.

Lo mismo fue con el Tren Maya; primero presentó el incipiente proyecto y luego hizo su famosa consulta patito.

El caso es que el Congreso tendrá un periodo extraordinario los días 15 y 16 de este mes para aprobar las reformas constitucionales que permitan la creación de la Guardia Nacional, aunque ya haya más de 10 mil apuntados para conformarla.
Sólo en México.