Primero una aclaración obligada.

Para todos está claro que oficios y empleos como los de albañil o policía son tan dignos o importantes como los de Presidente, médico, abogado…

Sin embargo, también es cierto que la profesión de militar nada tiene que ver con la de policía, y menos con el oficio de albañil, contratista o con las muchas profesiones que reúnen empresas inmobiliarias o constructoras.

Y viene a cuento el tema porque el nuevo Gobierno también parece dispuesto a modificar la vocación de los oficios, las profesiones y hasta las responsabilidades de las instituciones.

Como saben, el presidente Andrés Manuel López Obrador urgió a su gabinete y al Congreso a aprobar la creación de la Guardia Nacional, que según Alfonso Durazo –titular de la Secretaría de Seguridad Publica-, no será la militarización de las Policías, sino la policialización de los militares.
Es decir, los militares serán policías.

¿No es más adecuado rehabilitar cuerpos policiacos ya existentes y llevarlos a nivel de excelencia? La propuesta presidencial es de tal desproporción que no sólo expertos del tema, sino la diputada Tatiana Clouthier se opuso, junto con un grupo de Morena.

En ese tema y con la ex panista Clouthier como punta de lanza, se provocó el primer gran quiebre en el gobierno de Obrador, además de que es visible el fin de la luna de miel con muchos sectores sociales ofendidos por el presupuesto y por las propuestas de Gobierno descabelladas.

A la “descocada” idea de convertir a militares en policías, se agrega la no menos “locuaz ocurrencia” de vender los terrenos del Campo Militar 1-F de la rentable zona de Santa Fe, para en su lugar plantar un “megadesarrollo” inmobiliario de departamentos de lujo.

En este caso, los militares serán convertidos en mano de obra barata –albañiles-, además de desarrolladores inmobiliarios y vendedores de lujosos departamentos. Los dividendos de la venta inmobiliaria serían utilizados para pagar el costo de la Guardia Nacional.

Lo ridículo del tema es que un proyecto similar lo propuso el gobierno de Peña Nieto y, en su momento, Morena y su claque se opusieron en medio de gritos y sombrerazos, con el argumento de que era la privatización de uno de los últimos bosques de la CDMX y de un legado histórico.

Hoy, luego que el presidente Obrador copia la idea, Morena y sus líderes guardan silencio. Ya no es un pulmón, y tampoco un lugar histórico.

Pero hay más, el propio Obrador confirmó que las obras del aeropuerto de Santa Lucía no las realizarán empresas privadas. Serán asignadas al Ejército. Es decir, los militares se desempeñarán como ingenieros en aviación, constructores y albañiles.

Por eso las preguntas: ¿resultan viables los proyectos arriba citados?, ¿no resulta una grave falta de respeto a instituciones como la Sedena –y una invitación a la corrupción- que los militares sean convertidos en policías, albañiles, contratistas, vendedores inmobiliarios…?

Proyectos nada serios que siguen golpeando a la iniciativa privada.

Al tiempo.