Plácido Morales Vázquez
Premio Chiapas 2018
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

Ninguna coincidencia se advierte entre el filósofo de Tréveris y el líder de Macuspana, pero el pensamiento de uno y la acción del otro remiten a la concepción teórica de Marx, principalmente en el papel del Estado en relación con la sociedad de clases.

La visión de que la sociedad se divide en dos clases -clase en el concepto marxista-, o sea, el rol que un grupo social juega en el proceso productivo, unos como dueños de los medios de producción y otros de su fuerza de trabajo. Resumen la separación entre burguesía y proletariado, y dejan al Estado como instrumento de la clase capitalista para garantizar la continuidad del capitalismo.

Bajo esta concepción teórica se definió el Estado bonapartista, en referencia al XVIII Brumario de Luis Bonaparte, obra clásica de Marx con la que interpreta en Francia el papel que representa el Estado en la burguesía, ser ésta parte del Estado o éste estar al servicio de aquella.

Para explicar el Estado mexicano en los años 70. Porfirio Miranda publicó Marx en México, ensayo con el que buscó categorizar al Estado mexicano, institución al servicio de la burguesía que lo ubica como Estado bonapartista cuando el aparato de dominación no participa en la propiedad de los medios de producción, pero no lo necesitan, gozan de los privilegios de clase al estar al servicio del capital.

Dicha herramienta teórica puede ser aplicable al desarrollo del poder político del México post-revolucionario y explicarnos la sustitución del Estado del Porfiriato por el Estado revolucionario, nacionalista pluriclasista y alejado de la detentación directa de la riqueza que generó una clase empresarial criolla alejada de la participación directa en el poder público.

El Estado mexicano en su relación con la gran burguesía tuvo un viraje con el salinismo al generar una nueva oligarquía, cuya acumulación de capital fue producto del desmantelamiento del aparato productivo del Estado, y luego el otro reacomodo en el sexenio de Peña Nieto, cuando los grandes grupos económicos se beneficiaron de las concesiones sobre recursos naturales, de las telecomunicaciones y de la ejecución de las grandes obras de infraestructura; el ejemplo más evidente es el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.

Esta obra emblema de dos Gobiernos: el de Peña y el de AMLO es punto de desencuentro; para unos, una obra para la modernidad y cobertura de compromisos con el gran capital y para los otros –AMLO-, la posibilidad con su cancelación de un deslinde de entrada y de tajo entre el nuevo poder y el poder económico.

Marx está presente para explicar el renacimiento del Estado bonapartista mexicano, ahora con Andrés Manuel López Obrador, un Jefe de Estado con apoyo popular que puede marcar distancia con el gran capital por encima de diagnósticos catastrofistas, aún a ese probable costo la cancelación del aeropuerto es el nudo gordiano para la 4T nacional, la que deja atrás al Estado garante de los intereses de la burguesía para orientar su fuerza hacia las masas empobrecidas cuya tranquilidad puede dar al país estabilidad social y financiera, y de esa forma dar garantías y confianza a la inversión privada. Así podrán arraigarse o retornar capitales, si así fuere el gasto de la cancelación del aeropuerto, nos saldría barato.