El escándalo es mayúsculo.

Y es que mientras que el nuevo Gobierno tira la reforma educativa y regresa las plazas al control mafioso a la CNTE, reduce el presupuesto a la UNAM, al IPN, a la UAM y al Conacyt.

Es decir, el presidente Obrador propina un nuevo golpe a la educación pública, a la investigación y a la cultura, lo que confirma que su preocupación no es y nunca será acabar con la pobreza por la vía de la educación de calidad.

Y la contradicción es mayor si se toma en cuenta que el nuevo Gobierno destina el mayor presupuesto al clientelismo y la dádiva; a regalar dinero y a la compra de conciencias, en lugar de fortalecer la educación pública y la construcción de nuevas universidades de excelencia.

Resulta contradictorio y ofensivo que –primero- en su iniciativa para cancelar la reforma educativa, el presidente Obrador haya dado señales de pretender desaparecer la autonomía universitaria y luego –una vez que los especialistas se percataron de la tramposa intención-, en el presupuesto lanza un nuevo golpe contra las más importantes universidades públicas; la UNAM, el IPN, la UAM, además del Conacyt.

Todo lo anterior mientras incrementa al doble el gasto en publicidad oficial –contra lo que había prometido el Presidente, de que ese rubro se reduciría a 50%-; y destina la mayor cifra presupuestal de la historia a programas que sí y sólo sí mantendrán cautiva a la clientela electoral.

Queda claro –para todo el que tenga los ojos bien abiertos- que sólo se beneficia a las empresas privadas de educación, al reducir la calidad educativa mediante la cancelación de la mayor reforma de la historia y a través de la reducción presupuestal a las más importantes universidades públicas.

Dicho de otro modo, resulta que el gobierno de Obrador apuesta -en los hechos- a la privatización de la educación, a llevar a la ruina la educación pública. ¿Dónde está la izquierda que siempre defendió la escuela pública?

Pero la tragedia es aún mayor –si no es que un crimen-, si se toma en cuenta que también se redujo el presupuesto a la cultura y la investigación.

Resulta que el presidente Obrador parece peleado con la educación de calidad, con la excelencia en los grandes institutos de investigación y la cultura, cuyos estudiosos e investigadores son algo así como “científicos fifí”. Y, claro, por esa razón deben ser castigados.

Queda claro que el nuevo Gobierno no apuesta por la cultura del esfuerzo y la mayor preparación del individuo, sino por la sumisión; le repugna la educación de calidad y la educación científica para salir de la pobreza y escalar peldaños en la escala social.

Le apuesta al conformismo de la dádiva, la beca, el programa social, la despensa y “el tortibono”, como le llamaba Manuel J. Clouthier al populismo del PRI de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado.

Pero acaso la mayor tragedia es el silencio de los jóvenes universitarios, los que prefieren estirar la mano, antes que salir a las calles a exigir educación de calidad. ¡Se pudre México…!

Al tiempo.