Más pronto que tarde, el futbol suele hacer cuentas con quien no le respeto como profesión. Más pronto que tarde, el desenlace no suele ser en especial bueno para quien escatimó en disciplina y entrega. Suele, sólo eso, de ahí que tampoco sea posible generalizar, pero es amplio el listado de espejos en los que se puede mirar Ousmane Dembélé.

Por recurrir a uno que le queda a mano, sucedido en ese mismo Camp Nou en el que juega, está el caso de Ronaldinho. Es verdad que lo ganó absolutamente todo y que se trata de uno de los mayores virtuosos que este deporte haya gozado, mas varado a mitad de camino entre lo que pudo ser y lo que finalmente fue –si no, cómo explicar que quien llegó como rey a Alemania 2006, ya nunca volvió a un Mundial; que quien tocó la cima a los 24 años, tan pronto inició su declive.

La primera diferencia es de calidad: las cualidades de Dembélé son asombrosas, aunque de ninguna forma equiparables a las de Ronaldinho. La segunda, de tiempos: por lo menos el gaucho se centró en el futbol durante la etapa inicial de su carrera, al tiempo que el francés nunca ha obedecido a nadie (ahora se da a conocer que el Barça ya sabía de su falta de compromiso al pagar más de cien millones de euros por él).

Parte del encanto del futbol radica en esas almas libres, tan imposibles de someter fuera del campo como dentro del mismo; esas que, bajo pretexto de jugar y vivir como son, convierten su rutina en permanente carnaval. Sin embargo, la historia es clara: con los años, el cuerpo cada vez padece más para recuperarse de los excesos; la falta de entrenamiento impacta cuando menos se intuye y se traduce tanto en bajo rendimiento como en lesiones; el equipo padece al tener que efectuar excepciones y sentir que alguien no está tan implicado como los demás; el margen de crecimiento y mejora se anula.

Por hurgar en algunos casos, más allá del citado Ronaldinho, ahí tenemos a George Best, Paul Gascoigne, Adriano, Mario Balotelli, cada cual tuvo una curva diferente en su carrera, pero todos asemejados como proyectos no consumados, como víctimas de sí mismos.

Para allá corre, tan rápido como cuando recibe el balón, Ousmane Dembélé…, y, dada su velocidad al acelerar a portería, es muchísimo decir.
Los aspirantes a cracks habrán de entender cuál fue la genuina clave de Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. ¿Predestinación? No. Por principio de cuentas, un cuidado exhaustivo de sus piernas, la disciplina como primer pilar.

Twitter/albertolati

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