Siempre existen dos caminos para la reconstrucción: el fingido y el genuino. La FIFA, hoy resulta todavía más evidente, apostó tres años atrás por el que no es real, por el que ni existió en inicio ni existiría en adelante, por el que no era más que una mera puesta en escena.

Luego de las detenciones de diversos directivos en Zúrich, durante los días previos al congreso de 2015, el organismo apuntó su dedo acusador hacia individuos específicos; con ello, pretendía autopersuadirse de que el problema no era estructural, de que bastaba con purgar a unos cuantos burócratas para sanar, de que la corrupción era de pocos y no del sistema.

Como resultado cayeron varios, incluidos los que por entonces eran los dos personajes más relevantes de la gestión del balón, Joseph Blatter y Michel Platini.

Sin embargo, desde la campaña misma por suceder en la presidencia a Blatter, estuvo claro que, discursos al margen, el continuismo estaba garantizado. Sobre todo porque sólo un candidato (el príncipe jordano, Ali bin Al Hussein) se aventuró a prometer que revisaría el proceso a través del cual Rusia obtuvo el Mundial 2018 y Qatar el 2022.

El resto, empezando por Gianni Infantino, dirigió sus mensajes a nociones más abstractas: que se reestablecería la confianza, que el futbol volvería a ser limpio, que el amor al juego, que la devoción al aficionado, que los valores tales y cuales, que no más despilfarros, abusos de poder, robos, tráfico de influencias.

Ahora que el ex miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA, el guatemalteco Rafael Salguero, ha admitido que le fue ofrecido un soborno a cambio de su voto para la sede del Mundial 2018, nadie se ha sorprendido. Más curiosa parece su aseveración de que le compraron, pero jamás le pagaron. No obstante, todo se da en un marco de absoluta protección al establishment: es mejor insistir que unos cuantos (como Salguero) prostituyeron al futbol, que a pecho abierto confesar que ese sistema imperó de forma tan desfachatada como, por ejemplo, el dopaje en el ciclismo de ruta –en voz de Lance Armstrong: la duda no era si alguien se metía sustancias ilegales, sino quién más o con mayor tecnología.

Salguero ya puede pactar lo que mejor le convenga, como cuantos detrás de él continúen desplomándose. Quienes repartieron esas millonadas (rusos y qataríes, sí, pero también Alemania para 2006 y tantísimos más) viven bajo la tranquilidad de mantenerse intocables y, en el caso de los torneos que todavía no se disputan como Qatar 2022, con la sede a resguardo, intocable, podemos decir que impune

¿De qué sirve el juicio a Salguero? De puesta en escena de cara a los patrocinadores que ya huían de la FIFA.

Twitter/albertolati

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