La apuesta de Enrique Alfaro, gobernador electo de Jalisco y ahora controlador del partido Movimiento Ciudadano a través de su senador Clemente Castañeda, es posicionarse tempranamente como candidato presidencial de la oposición al mandatario Andrés Manuel López Obrador.

En una opción complementaria, más cercana a 2024, su propósito es negociar su incorporación a Morena como partido predominante y el cual, de no cambiar radicalmente las cosas, logrará refrendar su abrumadora presencia social y electoral en todo el país.

Alternativamente, Alfaro niega y asume que no es de MC como antes lo hacía de su partido original, el PRI. A conveniencia, modifica su retórica de acercamiento y lejanía con Morena. Insistentemente, detesta asumir que un delegado al que venció electoralmente, Carlos Lomelí, se le interponga como sombra en la negociación o aplicación de políticas públicas federales que son prerrogativa… del poder federal.

Cuando AMLO, como mandatario electo, visitó Jalisco, Alfaro estuvo pidiendo un encuentro privado con el político tabasqueño. Había conseguido sacarse previamente la foto con AMLO en una visita a la casa de transición de la colonia Roma, a la que arribó acompañado de su socio político más importante y compañero de generación, el saliente mandatario jalisciense Aristóteles Sandoval.

Lomelí gestionó la reservación de la comida en un gesto de cortesía política que, como muchos otros del empresario, ha sido ignorado por Alfaro. Él quiere ocupar cualquier espacio que deje abierta la disciplina morenista.

En su estrategia, un día dice que estudiará fórmulas de impugnación constitucional a la prerrogativa federal de diseñar y aplicar el presupuesto y, al otro día, llama a la cautela y al diálogo con el mandatario federal; a las ocho de la mañana se dice dispuesto a enfrentar al Gobierno y advierte de las consecuencias del silencio subordinado de otros gobernadores y, a las tres horas, pide que el mismo Gobierno lo reciba, la mañana de este jueves, por cierto, para dialogar sobre la concertación fiscal y la coordinación política para la seguridad.

El peligro con Alfaro no es su naturaleza ocasionalmente enfurecida, la estratégica planeación de sus intervenciones y la cambiante naturaleza de su pulsión política. El problema para Jalisco y para otros estados con gobernadores atentos al sedicente ejemplo de Alfaro es que en la discusión acerca de la soberanía de la Federación en materias federales -algo obvio- él se deja ir, como reza el dicho: “Como chivo en cristalería”.

Y podría terminar por fracturar la solución a temas como la seguridad, la honestidad de la contratación de la obra pública y porciones de las políticas sociales.

La oportunidad que cree tener está en su aspiración de que no haya contrapesos en la entidad. Eso, a juzgar por los dichos de este martes en los que el Presidente señala que no dará espacio a la confrontación ni lo recibirá hasta que asuma el cargo, parece difícil. Todo indica que el respaldo y la confianza del Presidente se mantienen firmes en su delegado, Carlos Lomelí.

@guerrerochipres