Desde el 2008, investigadores españoles desarrollan un estudio que relaciona las áreas urbanas con más luz nocturna, con un aumento del riesgo de padecer dos tipos de cáncer, de mama y de próstata; al medir la luz reflejada en el cielo que captan los satélites, y encontrar una asociación entre mayor iluminación y un mayor peligro.

El problema de estos estudios es que, hasta ahora, no detectan qué luz recibe individualmente cada sujeto, sino la que se refleja en el cielo y que no coincide necesariamente con aquella a la que cada uno se expone en su casa, señaló María de los Ángeles Rol de Lama, profesora titular de Fisiología de la Universidad de Murcia.

Sin embargo, en 2008, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe que alertaba sobre la disrupción circadiana, como la luz y otros aspectos, la cual era potencialmente carcinogénica para humanos y la incluía en el grupo 2A, con factores que no muestran evidencias experimentales sobre la aparición de cáncer, pero tienen una relación asociativa, no causal.

De acuerdo con la especialista, esta vinculación entre luz nocturna y riesgo de cáncer no sólo se refiere a las lámparas del exterior, sino a cualquier luz fuera de hora. Por ejemplo, malos hábitos como tener por la noche luces muy blancas, muy frías, ya que el sistema circadiano es sensible a las luces con más componente azulado, y las luces se perciben como blancas, cuando en realidad son luces frías y tienen mucho azul.

La experta en fisiología recordó que la noche es noche, y debe existir una legislación que reduzca esa luz intrusa, ya que si no se puede establecer una relación causal entre la luz nocturna y el mayor riesgo de cáncer, pero enfatizó que la luz nocturna no es beneficiosa.

LEG