Una vez que el nuevo Gobierno ha tomado posesión seguimos sin tener claridad respecto al rumbo económico que habrá de tomar nuestro país. Durante su discurso de investidura como Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador no hizo anuncios – en ningún ámbito – que permitieran entender mejor su plan de Gobierno. Se concretó a repetir generalidades derivadas de sus promesas de campaña, así como de algunos de los anuncios que había hecho durante la larga etapa de transición.

En materia económica, destaca la vehemencia con la que dijo que se daría culminación de la “política económica neoliberal”. Habrá que esperar acciones concretas que permitan dilucidar con mayor precisión a qué se refiere exactamente con ello. ¿Habrá mayor intervención estatal en la economía? Si ese es el caso ¿bajo qué forma se dará dicha intervención?, ¿regresaremos a los tiempos del estado propietario de todo tipo de industrias?, ¿será mediante una mayor regulación de los mercados?, ¿será mediante el establecimiento y control de precios?, ¿o sólo será mediante mayores subsidios? Además de aclarar eso y muchas otras interrogantes más en torno a la intervención estatal, será necesario que se aclare si el T-MEC (o TLC 2.0), un símbolo por excelencia de la “política económica neoliberal”, será también cancelado. Ello sería un simple acto de congruencia, ya que no se puede generalizar y fustigar, como fue el caso, que el distintivo de la “política económica neoliberal” fue la corrupción (¿acaso no había corrupción antes de 1982?) y, al mismo tiempo, tomar algunos aspectos de ésta.

En su discurso también señaló que respetaría la autonomía del Banco de México (por cierto, otro vestigio de lo que él llama despectivamente el período neoliberal), lo cual suena como algo positivo y deseable, pero nuevamente habrá que esperar si en los hechos y no solo en el discurso ello se sostiene en el tiempo. Lo cual viene a colación, ya que repitió nuevamente que todos sus proyectos se llevarán a cabo sin necesidad de incrementar impuestos (incluso se reiteró que el IVA bajará en la franja fronteriza norte), que no se gastará más de lo que ingrese al erario y que tampoco habrá incremento de la deuda pública. Todo ello suena muy bien y (nuevamente) deseable, pero difícilmente realizable, lo cual podría generar tentaciones en torno al Banco de México.

El Presupuesto de Egresos de la Federación y en general el paquete económico que se presentará el 15 de diciembre próximo, a la Cámara de Diputados, será determinante para entender el tipo de reingeniería presupuestal que hará el Gobierno federal para empezar a cumplir con sus promesas sin poner en riesgo las finanzas públicas. Las nuevas autoridades hacendarias están conscientes de que será la primera acción relevante de política económica del actual Gobierno y que, por lo mismo, deben mandar una señal de tranquilidad a los expectantes mercados e inversionistas, ya de por sí nerviosos por la cancelación del nuevo aeropuerto y las iniciativas presentadas en el Congreso.

¿Cuál será la nueva política económica? No lo sabemos, sólo han anunciado el qué, pero no el cómo. Al parecer lo iremos descubriendo poco a poco, conforme se vayan tomando las decisiones; sin embargo, de no haber claridad de rumbo y certeza, la incertidumbre sobre la economía no hará más que crecer y el costo que ello conlleva – principalmente para las finanzas públicas – también.

@JorLuVR

 

Consultor internacional en materia económica, política y de políticas públicas con más de 20 años de experiencia en temas regulatorios, de competencia, comercio, finanzas públicas y buen gobierno....